Enamorado del universo de la madera se formó como carpintero de manera autodidacta dedicándose a la construcción de muebles hasta que un día decidió abocarse por entero a expresarse artísticamente.
¿Dónde naciste? ¿Qué recordás de tu infancia y adolescencia?
Nací en 1960 en Buenos Aires, tuve una infancia urbana, lejos de la naturaleza, de la tierra y el aire puro. A los 11 años comencé a hacer fotografía, allá por la era analógica, en el laboratorio de mi hermano, también en esa época estudié música, pero a partir de los 17 me volqué a la fotografía de lleno y ahí comenzó una etapa de experimentación con la imagen que daría un giro a mi vida.
Siempre tuve una limitación para el dibujo, no lograba plasmar mi imaginación en el papel, así la fotografía se convirtió en una forma de poder jugar con esas imágenes a partir de la mirada fotográfica, como un medio de expresión artística.
¿A qué edad viniste a vivir a Bariloche? ¿Qué extrañás de tus primeros tiempos como patagónico?
En mayo de1984, dejé lo que era mi vida hasta ese momento en Buenos Aires, tenía 24 años. Un día tuve una especie de “inspiración” donde me di cuenta que la vida de ciudad no era lo que quería para mí, así que decidí dejar todo, la carrera de publicidad en el último, un promisorio puesto de trabajo en una agencia de publicidad y el departamento que alquilaba con todas mis cosas. Armé mi mochila y comencé un viaje que aún sigo transitando. La sensación es que en ese momento tomé el destino en mis manos y a partir de ahí descubrí un mundo nuevo, inconmensurable.
A los 26 años comencé a construir mi primera casa propia, una pequeña cabaña de madera, sin tener idea, sin haber tomado un serrucho en mi vida, sin conocer en qué consistía el fenómeno de abrir una canilla y que saliera agua. Claro, venía de un mundo donde las casas estaban hechas, se compraban o alguien las construía. Esta experiencia produjo en mi un cambio de mentalidad impresionante. Había sido capaz de construir una cabaña con mis manos, que me contenía, que estaba ahí, tangible.
En ese momento comprendí que casi todo es posible, con ganas, con convicción, con voluntad. Una vez que nos apropiamos de “la idea” es solo cuestión de tiempo, aun cuando la vida no nos ofrezca el suficiente tiempo para concretarlo, hay un sentido íntimo que se ordena y se hace propio.
¿Cómo te llegó o cómo te relacionaste con el oficio de carpintero?
Con la experiencia de haber construido esa cabaña descubrí la madera como elemento. Lo que primero me atrapó fue el aroma del Ciprés, siempre que vuelvo a percibir ese aroma me remite a un momento de expansión muy placentero.
A partir de ahí tuve la posibilidad de comenzar a probar como era transformar la madera en objetos útiles para la vida, los primeros muebles. También pude traer algo de mi formación en el diseño y comenzar a jugar, porque debo reconocer que para mí siempre fue como un juego, un desafío y largarme a hacer cosas cada vez más importantes y decidir hacer de ello un medio de vida.
Tuve la posibilidad de recorrer todo el proceso de transformación de la madera, desde el árbol en pie en medio del bosque hasta el mueble terminado en su lugar de destino.
Iba hasta la Península Huemul con mi camión, un ayudante y la motosierra. Cargábamos los rollizos en el camión y, de vuelta en Bariloche, descargábamos en el aserradero, aserrábamos y vuelta a cargar la madera para llevarla al depósito. Un trabajo “ciclópeo” solo concebible desde una juvenil omnipotencia.
Fueron años de mucho y duro trabajo. Me apasionaba aprender con la madera, descubrir los secretos de ese material increíble. Ir descubriendo su comportamiento, la transformación del tronco a la viga aserrada, como se comporta.
Los diferentes tipos de corte de acuerdo a la utilización de esa madera, siempre buscando optimizar al máximo cada rollizo con la conciencia de estar trabajando con un recurso único y difícilmente renovable.
En la década de los 90’, cuando aún no estaba el asfalto completo a Bolsón, traía madera de Chubut, era toda una aventura cruzar el viejo Cañadón de La Mosca con el camión cargado hasta arriba, muchas veces con nieve o hielo. Largas jornadas fuera de casa, revolviendo parvas de maderas para seleccionar las mejores. Siempre fue para mí un placer el aroma de los aserraderos, el perfume del Ciprés, embriagante por momentos.
En tanto oficio la carpintería es un arte en sí mismo, pero ¿cuándo y por qué empezaste a expresarte a través de la madera con una intención exclusivamente artística?
En este aspecto que mencionas siempre estuvo involucrado en mí el hecho de la materialidad, el fenómeno de materializar ideas, convertir imágenes mentales en objetos tangibles, algo que siempre me resulta “mágico”.
Con los años, con mis hijos ya adultos y más liviano de responsabilidades, en medio de una de las cíclicas crisis económicas de nuestro país, hace unos años decidí cerrar el taller, donde fabricábamos muebles, para vivir más tranquilo. La sensación fue como lograr bajarme de una calesita sin fin y hacía muchos años ya sin sortija… tenía la imagen del burro atado a la noria haciendo girar la gran rueda sin más sentido que seguir haciéndolo.
Ahí pude lograr hacerme el tiempo, y el espacio, para volver a jugar con la madera, desafiándome a materializar ideas ya no con un sentido utilitario o comercial sino por un sentido estético. Me siento muy afortunado pudiendo hacer lo que amo en total libertad. También poder contar historias a través de mis obras, que en algunos casos tocan a muchas personas.
El año pasado realicé una obra con una rodaja de Abedul que durante 80 años aproximadamente creció junto a la casita del jardín de infantes del colegio Primo Capraro hasta que fuera talado para la construcción del nuevo edificio, en la esquina de Gallardo y Quaglia. Bajo su sombra jugaron y crecieron muchas generaciones de barilochenses.
Mi sensación fue que esa rodaja estaba llena de risas, de rondas, de niños descubriendo el mundo…
¿Cómo artista de la madera qué representan los árboles para vos?
Los árboles son el bosque, son la vida, la fuerza de la naturaleza, el aire que respiramos.
Los árboles son nuestro origen como especie, sus frutos nuestro alimento, su sombra nuestro abrigo, su madera el elemento con que comenzamos a construir el mundo que habitamos. Su leña, la energía que nos permitió comenzar a cocinar nuestros alimentos.
Los árboles nos regalaron los mitos, los barcos, las casas y también los cadalsos y las hogueras, están presentes en lo más luminoso y lo más oscuro.
Los árboles son parte indisociable de la humanidad, están presentes en nuestras cunas y en nuestros ataúdes. Con esto quiero decir que nos preceden y nos exceden. Un claro ejemplo, en la cordillera tenemos aun en pie ejemplares de Alerces de más de 3500 años.
En cada uno de ellos se guarda una historia, en sus anillos podemos leer el devenir de sus vidas, de su bosque, único e irrepetible, que también es nuestra historia. Si nos detenemos en los anillos de un tronco podemos contar sus años, observar los inviernos duros o lluviosos, los veranos secos, los incendios. Son como sus huellas digitales.
¿Qué tipo de evocaciones o reflexiones personales te suscitan tus esculturas y que te transmiten quienes las aprecian?
Vuelvo al tema de la materialidad.
En el hacer, en la tarea de transformar una pieza de madera en otra cosa puedo recrear un sentido, una idea, un sentimiento.
En ese proceso de transformación radica el acto creativo.
Como todo en la vida, el resultado puede parecerse más o menos a la idea previa que teníamos, pero nunca será igual porque es de otro orden, pertenece al orden de la materia, ya no al de la idea.
A veces surgen obras abstractas, sin un mensaje o sentido preciso, solo una manifestación estética. En otras ocasiones busco expresar alguna idea o sentimiento que intento compartir, y en este punto hago un paréntesis, dado que lo que un artista puede querer expresar no necesariamente es recibido por el observador o público de la misma forma, cada persona significa una obra o cualquier manifestación artística desde su universo personal, desde su circunstancia. Cada cual procesará esa experiencia a su manera.
Aclarado esto casi siempre uno intenta transmitir algo, ya sea una idea, un sentimiento o un estímulo a los demás.
El año pasado realicé dos trabajos a partir de grafismos encontrados en una cueva en el norte de España, La Pasiega, que tienen una antigüedad de 80000 años aproximadamente, lo cual remite a que fueron realizados por Neandertales, una especie humana extinta hace aproximadamente 30000 años, coincidentemente con la llegada del Homo Sapiens a lo que hoy es Europa.
Estos humanos, una especie de primos hermanos nuestros, fueron los primeros, de acuerdo a lo que se conoce hasta el momento, en dejar testimonio de expresiones abstractas, no figurativas. Son los más antiguos vestigios de pensamiento simbólico que conocemos.
Mi intención fue traer a la actualidad esos grafismos tan antiguos para interpelarnos sobre nuestra propia originalidad, pensar que no fuimos los primeros en desarrollar capacidad simbólica, aunque tal vez seamos los últimos…
En otros casos son obras que responden a circunstancias de mi vida en las que intento sintetizar lo que siento.
Involucrándote con el mundo de la madera y los árboles seguramente habrás descubierto curiosidades y secretos ¿qué nos podés referir al respecto?
La madera, aun fuera del árbol, es algo casi vivo, que se adapta al medio en que se encuentra.
La madera, como la piedra y a diferencia de los metales que se puede volver a fundir y darle forma, no admite errores, si sacas de más o el golpe de la herramienta no es certero esa pieza ya no será lo que esperabas, podrá transformarse en otra cosa, pero no se puede volver atrás.
Una particularidad poco conocida de los arboles es que crecen con un sentido helicoidal o de rotación, que en cada hemisferio es opuesto. Esto hace que dentro de un árbol haya una energía acumulada que produjo esa rotación que cuando se rompe el círculo del tronco, esa energía se libera y la madera se tuerza, sobre todo la parte del corazón del tronco que es la que le da la rotación y es la más dura. Por este motivo en carpintería no se utiliza esa parte pues siempre se seguirá torciendo.
Además de la escultura estás experimentando con el grabado y procedimientos ignoxilográficos. ¿Nos podés contar qué es la ignoxilografía y en qué consisten tus experiencias?
Sí, hace poco comencé a experimentar en el mundo del grabado de la mano de la profe Andrea Juárez, que me invitó a participar de un taller de grabado que dicta y puedo darle un marco a algo que hace tiempo vengo experimentando con el efecto del fuego controlado sobre la madera en distintas especies. Primero quemo la rodaja de madera con soplete para lograr que vaya apareciendo el contraste entre la veta y la entre veta, para lograr asomar el dibujo de cada planta y capturar por medio de la impresión en papel su diseño que, como una huella digital, deja ver su singularidad y también su historia. Son increíbles las formas que hay dentro de los troncos
¿Qué aprendizajes personales aplicables a la vida recibiste o recibís del mundo de los árboles y la madera?
Hace muchos años tengo un viejo Ciprés amigo, junto al que he pasado momentos importantes de mi vida. De cuando en cuando voy a visitarlo y a darle un abrazo. Es para mí un momento de encuentro, de reflexión.
Hace un tiempo que se viene secando, seguramente por la falta de agua de los últimos años. Ojalá estas lluvias le devuelvan su vitalidad y podamos seguir acompañándonos en este tránsito que es la vida.
Con la madera he aprendido la mesura, la constancia, la concentración, la templanza. La nobleza es un atributo que descubrí en mi hacer, que pude extraer de mi experiencia con la madera, en su diversidad.
Lo irrepetible de cada pieza de madera, como analogía de lo irrepetible de la vida, de las situaciones, de las vivencias.
¿Qué políticas públicas a nivel local implementarías para la preservación de las especies vegetales?
Sobre todo, en la educación, enseñar a las nuevas generaciones a valorar el entorno, a conocer el bosque en toda su dimensión, su complejidad, el delicado equilibrio en que se encuentra, en la interdependencia que tenemos. Los humanos dependemos de los bosques y los bosques, lamentablemente dependen de nosotros que llegamos mucho después, solo preservándolos podremos sobrevivir en un mundo cada vez más deforestado, contaminado y mercantilizado.
¿Qué significa expresarte artísticamente para vos? ¿Qué buscás compartir a través de tus creaciones?
Dar testimonio de mi paso por la vida, de mi sensibilidad para que, tal vez, pueda servir como disparador o estímulo a otras personas y se animen a dejar asomar su propio impulso, creo que en definitiva de eso se trata la vida, de dejar huella como insumo para las nuevas generaciones.
Hay un párrafo del filósofo español Juan Arnau Navarro, de su libro Historia de la imaginación que sintetiza muy bien mi sentir sobre el arte:
“El arte es la vía de escape que puede curarnos de los salvajes arrebatos de la imaginación, sin romper el círculo del asombro, pero humanizándolo”
Desde hace decenas de miles de años, comenzamos a expresarnos plasmando nuestro mundo interior en imágenes, en formas que quedan plasmadas y sirven a otros como punto de partida para indagar en la experiencia de vivir.
Aunque no hay respuestas definitivas, solo indicios, el arte es parte de nuestra naturaleza y nos lleva más allá de nosotros mismos.
¿Qué te gustaría que cambie en Bariloche y que te gustaría que continúe siendo como hasta ahora?
¡Uy, que tema, más en vísperas de elecciones!
Me gustaría que tuviéramos representantes capacitados, que piensen, planifiquen, que puedan llevar adelante políticas sustentables para el bien común, y no de facciones. Que lo público sea de todos, responsabilidad de todos, porque en esta anomia pareciera que termina siendo de nadie y entonces cada quién se cree con derecho a hacer lo que se le ocurre. Que se busquen consensos para las decisiones.
Me gustaría que, como contribuyentes, dejemos de ser rehenes de las internas políticas y sindicales capaces de parar la ciudad por intereses corporativos. Me gustaría que convoquen a participar con nuestro aporte de creatividad y de conocimientos para mejorar lo posible en una ciudad desbordada por un crecimiento caótico y sin planificación.
Que haya control y funcionarios responsables de la obra pública, para que se hagan una sola vez y bien, en vez de hacerlo mal, romper y volver a hacer, como sucede hace décadas. La calle Mitre como emblema de incapacidad, lógica facciosa y corrupción, por mencionar uno de los numerosos ejemplos que tenemos.
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