Gracias a la arqueología se sabe que las cerezas son un alimento que se consume desde la prehistoria. Las principales especies de cerezo cultivadas en el mundo son el cerezo dulce –Prunus avium L– y el guindo –Prunus cerasus L–, ambas son naturales del sureste de Europa y oeste de Asia y su origen se sitúa probablemente en el mar Negro y en el mar Caspio, difundiéndose después hacia Europa y Asia a través de los pájaros migratorios. Este delicioso fruto es apreciado en la cuenca mediterránea desde la Edad Antigua y tanto griegos como romanos se encargaron de difundirlo, en particular los romanos, que conocían bien las técnicas de injerto y fueron capaces de crear nuevas variedades con nuevos sabores y extender su cultivo por todo el Imperio. Sin embargo, las primeras evidencias sobre el consumo de cerezas son muy anteriores. Según restos hallados en yacimientos arqueológicos se sabe que alrededor del 6.000 a.C. las cerezas se molían para obtener un líquido que se fermentaba hasta convertirlo en alcohol.
Más tarde, en el año 371 a.C. Teofrasto, autor de la “Historia de las plantas”, nos deja nuevas referencias del cultivo del cerezo, al mencionar las técnicas y principios básicos para la crianza de este frutal. Hoy día los principales países productores de cerezas son Irán, Estados Unidos, Turquía, Italia, Alemania, España, Líbano, Rumanía, Francia y la Federación Rusa. Y en Argentina las principales provincias productoras son Mendoza, Neuquén, Río Negro, Chubut y Santa Cruz.
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