A la vera del fogón: Recodando a Nelly Panizza

A finales de marzo de este año falleció en nuestra ciudad –donde vivía desde 1970– la querida Nelly Panizza, referente de la Asociación Civil Aldea Infantil Bariloche y abuela del corazón de muchísimas niñas y niños que pasaron por las aulas de la escuela Cailén del barrio Vivero Municipal, institución fundada y dirigida por la asociación donde día a día se construyen oportunidades concretas para las infancias de esa barriada humilde y postergada. Trabajadora incansable, vecina sensible y comprometida, Nelly supo granjearse el afecto de quienes la conocimos e involucrar en su trabajo social a infinidad de personas, desde políticos y empresarios locales hasta el famoso actor estadounidense Paul Newman. A modo de homenaje compartimos con ustedes la entrevista publicada oportunamente en la edición número treinta de Revista TODO y realizada por Sebastián Carapezza a esta mujer de cuerpo menudo, amplia sonrisa y corazón inmenso, que supo arremangarse e involucrarse con alma y vida para intentar hacer del mundo un lugar más justo, más humano y solidario.

Nelly ¿quién sos vos?

No sé quién soy. Si supiera capaz que me asustaría, porque soy impredecible y a cada rato cambio de parecer, a medida que se van presentando las cosas. Estoy siempre en el presente y en el futuro, del pasado ni me acuerdo; entonces actúo según lo que pienso y resuelvo las situaciones que se presentan. Pero al mismo tiempo siempre estoy con proyectos para mañana. Por eso no tengo idea quién soy, aunque tampoco quiero cambiar. Desde chica nunca pedí permiso para hacer algo, directamente lo hice y eso nunca lo cambié. Quizás algunas actividades que me gustan en la vida cotidiana me definan, por ejemplo elaborar cosas que salgan de mis manos, sea lo que sea: y que le sirvan a alguien.

¿Qué recordás de tu infancia y cómo la describirías?

Todo tiene que ver con todo. Porque resulta que soy la del medio de 5 hermanos y la del medio nunca liga nada. Entonces hacía cosas de grandes, quijotadas para ver si mi papá o mi mamá me daban bola, porque yo sentía que no me daban el amor que necesitaba. Mi infancia trascurrió en el pueblo de Tres Lomas, partido de Carlos Pellegrini, ciudad que está pegada a La Pampa. Ahí estuve mis primeros años, que fueron muy importantes para mí. Mi papá y mi abuela tenían un hotel y en el tren llegaban, siempre de madrugada, los comisionistas que vendían cosas en los pueblos. Entonces por la mañana mis padres dormían y nos mandaban al galpón con Ramón, un empleado que nos cuidaba. Ahí nosotros jugábamos con gallinas y chanchos –te hablo de hace 80 años– y yo era totalmente libre. Esa infancia me marcó para siempre porque los primeros años son fundamentales en la vida de una persona. Después nos fuimos a vivir a Buenos Aires donde el clima me hizo muy mal, además sufrí un gran golpe, una gran pérdida: en ese galpón tenía un cajón con mis juguetes más importantes y una noche mi mamá discutió con mi abuela, se tomó el tren de madrugada y no me trajo mis juguetes. Fue un cambio tan grande salir de la libertad del galpón y de jugar con animalitos a estar en un departamento sin mis juguetes que sufrí una desilusión muy grande. ¿A eso le llaman desarraigo? Durante años hice juguetes porque quería recuperar aquellos que se habían quedado en el campo. Todo eso lo descubrí yendo al psiquiatra 20 años después. Recuerdo que entre esos juguetes tenía una muñeca negra que nunca más conseguí. Debo haber hecho 350 muñecas diferentes buscando hacer una igual. Esas pequeñas cosas te marcan para toda la vida.

Te instalás en Bariloche en 1970. ¿Con quién llegás y en qué circunstancias? ¿Cuándo nace tu vocación por lo social?

Yo decidí venir por el clima ya que en Buenos Aires me bajaba muchísimo la presión. Después de muchos chequeos el médico me recomendó un clima de montaña: Bariloche o Mendoza. Me saqué un pasaje y en principio vine sola a ver cómo era y me di cuenta que este era mi lugar. Así que estuve todo un año liquidando y haciendo la mudanza hasta que vine con las dos chicas y un perro. Mi marido no quiso venir. Pensé que iba a ser mucho más duro, pero fue mágico llegar y estar bien, tener ánimo. No conocía a nadie y pagué mi derecho de piso. La ciudad en ese momento era un pueblo muy chiquito. En 1971 según el censo había 20.000 personas nada más. Era muy distinto. En esa época no cerrábamos la puerta de la casa ni el auto. Mi vocación por lo social nace puntualmente en una reunión con el Club Andino Bariloche cuando una compañera –que todavía está en la Comisión Directiva de Aldea Infantil– vino y nos dijo que había que hacer algo para socorrer a una chica que había sufrido una violación muy traumática y no podía volver a su casa. En ese momento estaba cerrado el Hogar Gutiérrez –que era el único lugar donde la podían albergar– y en esa reunión otra persona contó que en Puerto Varas, Chile, había una organización llamada Aldeas infantiles SOS y que si vos tenías un terreno te hacían una construcción y colaboraban con tu proyecto. Así que nos contactamos con esa organización. Era el año 1991. En ese momento fue cuando tomé la decisión de hacer algo.

¿En qué cambió la infancia en las últimas cuatro décadas? ¿Cuáles son los aspectos fundamentales que deberían garantizarse?

Los chicos de hoy tienen televisión, celular, computadora, juegos en red y libertad. Les ha cambiado muchísimo la vida. En la Escuela Cailén se nos hace muy difícil enseñar algo nuevo, pero no por los chicos, sino por los padres y la familia en general. La educación tiene que cambiar. Están faltando muchos chicos a la escuela por estar distraídos con las tecnologías, en mi opinión demasiado rápidas, al menos para los chicos. Creo que en la infancia los padres tienen que estar presentes. A veces cuesta mucho, pero es imprescindible que alguien le pregunte al niño cómo está, cómo le fue en la escuela y le de un abrazo. Eso es lo que hacemos: los abrazamos mucho porque no sabemos cuántos abrazos reciben en sus casas y nosotros nos aseguramos de eso. Cuando yo llego a la escuela ellos dejan de jugar y vienen directo a abrazarme. Y así nos quedamos prendidos mientras otros miran. Siento que les hace bien el abrazo. Nacha Guevara en un programa de televisión escribía siempre en un espejo con un lápiz de labios “todo el mundo necesita un abrazo”. Es tan importante que he visto que en Europa algunos grupos se ponen unos carteles que dicen “abrazos gratis” y están en plena calle haciendo de las suyas. Esa propuesta pensé hacerla acá: juntar un grupo de personas, ponerles un sombrero y salir al centro a abrazar gente. Yo creo que algo cambia. Porque si estás solo y alguien viene y te abraza tenés que sentir el traspaso de la energía positiva. En el barrio donde nosotros estamos los vecinos no son de expresarse tanto con palabras o abrazos pero están presentes. Te pongo un ejemplo: tenemos un grupo de abuelas con las que tejemos escarpines y nos aseguramos que los chicos tengan los pies calientes antes de que se vayan de vacaciones de invierno. El Barrio Vivero Municipal donde está nuestro colegio es un cañadón donde el frío se queda. Levantarse a las 7 de la mañana para ir al colegio cuesta mucho ya que no hay gas natural. Entonces realmente es un sacrificio grande para los padres mandar a los chicos a la escuela.

¿Creés que en la actualidad los chicos queman etapas, es decir abandonan demasiado rápido la infancia y entran muy precozmente en la adolescencia?

Desde que nació la Escuela Cailén hasta el presente superamos los 50 asaltos. En este momento están robando para comprar droga. El que roba no está capacitado para trabajar y es un círculo. Porque se ve forzado a robar ya que no le dan trabajo en ningún lado y de alguna manera tiene que sobrevivir. En cuanto a los niños ellos copian y aprenden solo con el ejemplo. El otro día vino un chico al colegio con un celular y mientras estaba en clase el director se lo sacó. Entonces el chico llamó con otro celular al padre que vino muy enojado y pidió que se lo devolvieran. Ese chico nos contó que la noche anterior el padre había traído tres teléfonos. ¿Se compran de noche los celulares? ¿Qué vio ese niño? Como esta hay un montón de anécdotas. ¿Entonces qué podemos enseñar? Damos amor y nada más. Y muchos chicos cuando terminan el primario nos piden que hagamos un secundario, porque no se quieren ir de nuestra escuela, están contentos, juegan, desayunan muy bien… Pero como te decía: conviven con esa otra cosa que les llama la atención: la tecnología. Por eso hicimos El Libro Gigante que presentamos en la Fiesta de la Palabra. Fue un incentivo para que los chicos vinieran a la escuela con ganas de hacer algo creativo. Y fue posible gracias a un montón de colaboradores además de los chicos y las maestras. A veces creo que la agresividad de algunos padres es por resentimiento, porque ellos no tuvieron lo que tienen sus niños ahora y por orgullo, o porque se sienten muy grandes, no se dan cuenta que todavía pueden terminar la primaria o la secundaria para conseguir un trabajo digno. ¿Cuántas generaciones más tenemos que esperar para entender que hay que capacitarse? Ahora para ser ayudante de cocina te piden hablar dos idiomas y el secundario completo. ¿Por dónde empezamos entonces?

¿Cuál es el rol de las organizaciones sociales en los barrios? ¿Cumplen una función diferente al Estado? ¿Qué organizaciones mencionarías por su trayectoria?

Para mí son muy importantes porque son las que saben los problemas que hay en la población y actúan en consecuencia. Son fundamentales porque realmente hacen las cosas para el pueblo. Te menciono lo que más conozco. El trabajo del Centro de Rehabilitación Integral Patagónico es una labor impresionante. También está Grupo Encuentro con quienes empezamos juntos y han salvado a muchísima gente. Laura Estévez y Música Viva ha sacado montones de chicos de la calle y todavía no tiene un lugar propio. Hay chicos que hoy se dedican a la música gracias a eso. También es impresionante toda la obra en Virgen Misionera que hizo Gente Nueva. Otro de las asociaciones que al principio quisimos copiar fue Antu Ruca, a mi me impresionaba que ahí en una época bañaran a los chicos. La revista Al Margen me parece un proyecto muy lindo, porque también hay que comunicar y unir a las personas. Muchas de sus notas hablan de ejemplos que hace la gente común. Porque las cosas buenas no aparecen en los medios. Y somos morbosos y ponemos el noticiero para escuchar cuantas maldades se están haciendo en el planeta. ¿Cuándo vamos a revertir eso? Las buenas acciones no tienen rating y es una pena porque los chicos copian lo que ven.

¿Cómo y dónde gestionan los recursos?

Soy una viejita confiable. Vos me das dinero y te digo que lo voy a utilizar en tal lugar o para tal cosa. Y vos vas al rato y te encontrás con que lo que acordamos está hecho. Nunca me quedé con vueltos ni tampoco los doy. Nosotros tocamos todos los timbres, privados y estatales. Tardamos 11 años en hacer la Escuela Cailén realizando muchísimos eventos para poder terminarla. Y queríamos terminar porque habíamos dado la palabra en el barrio y yo soy de la época en que dar la palabra era algo sagrado. Ahora los chicos no saben lo que significa dar la palabra. Por otro lado, cuando uno está llevando adelante un proyecto que beneficia a un montón de gente, la gracia divina lo da todo y ayuda, entonces aparecen cosas y personas importantes, como por ejemplo Paul Newman que nos ayudó mucho. Leí en una revista que todo lo que él ganaba con la venta de algunos productos que llevan su marca lo donaba a personas que trabajaban con niños. Así que me comuniqué y contra reloj mandé el proyecto escrito en inglés y en castellano. En esa época yo había mandado alrededor de 200 carpetas, a Mirta Legrand, a Susana Giménez y a muchísimas otras personas. Como en general no recibía respuesta me olvidaba y así me olvidé también de esta presentación. Pero a los 20 días llegó un fax diciendo que por expreso pedido de Newman nos mandaban los primeros 5.000 dólares. Nos mandó dinero durante tres años y todo por una foto donde aparecíamos con los chicos del barrio sosteniendo un cartel en inglés que decía “Gracias Paul, te queremos conocer.” Después alguien nos contó que había entrado en la oficina de Newman en Estados Unidos y lo primero que había visto había sido esa foto ampliada. A veces pienso que sería la única foto en la que le agradecían. Yo creo que ser agradecido es muy importante. Por eso me gustaría aprovechar para dar las gracias a las mujeres de la Comisión Directiva de la Asociación Aldea Infantil, porque gracias a ellas nunca estuve sola: Anita, María Esther, Adriana, Tricy y todas las chicas. Seguro me olvido de muchas pero espero que sepan disculparme. También quiero reconocer el acompañamiento incondicional de mis hijas: María del Pilar y Gabriela.

¿Qué recordás del día en que se inauguró la Escuela Cailén?

El día de la inauguración del colegio no le dimos la cinta a ningún político, la cortó un niñito de Jardín de Infantes que estaba siempre pidiendo limosna en la puerta de un supermercado. En aquel acto expliqué por qué ese niño cortaba la cinta. Es simple: no sabemos si los chicos de esta escuela serán científicos médicos o abogados. Lo único que queremos es que sean gente de bien. Por eso siempre me pregunto ¿habremos hecho las cosas bien? En algún momento voy a hacer una comida con todos los ex alumnos para preguntarles qué fue de su vida y saber qué pasó con todo el amor que les dimos cuando eran chicos. Recuerdo una madre que cuando su chico se portaba mal lo amenazaba con sacarlo de la escuela y el chico se comportaba porque le encantaba su colegio. Esas son las pequeñas cosas que me dicen que hay que seguir, inventar algo más divertido para que vayan a la escuela, darles más herramientas para que se defiendan el día de mañana. Ese es mi deseo. ¿Qué más puedo hacer yo que no soy maestra ni hice la secundaria? Porque en mi época hacer la secundaria era de ricos y yo no era rica. Creo que los chicos tienen tantos problemas en la casa, que lo único que podemos hacer es darles amor, abrazarlos y darles un desayuno calentito.

Vos recibiste una cantidad enorme de premios de toda índole. ¿Te significan algo en particular?

La verdad que todos esos premios me dan risa. Me parecen divertidas esas menciones pero me olvido al otro día porque no les doy importancia. Lo importante es poder realizar todos y cada uno de los proyectos que favorecen a la gente. A los premios no los tengo en cuenta, no estoy haciendo las cosas por tener menciones, no me interesan, pero por supuesto que hay que ir, porque sirven a la hora de conseguir lo necesario para cumplir con los proyectos, por eso lo que hago es aprovechar los reconocimientos para potenciar nuestro trabajo y hacer más cosas.

¿Qué te falta hacer entonces?

En mi vida particular me falta bailar flamenco. Eso me encantaría. Hace poco junto a 20 chicas de mi edad aprendimos a cantar Góspel –que son esas canciones espirituales que cantan los afroamericanos– y nos divertimos mucho. Es como una terapia inventada por nosotras. Además me gustaría poder saber después de morir si todo lo que hicimos estos años sirvió de algo, que chicos terminaron la secundaria y como prosperaron las semillas que sembramos en esta escuela que es chica, aunque ya la agrandamos tres veces. Ahora estamos por hacer un Jardín Maternal para recibir niños y niñas de 45 días a 3 años. Con este jardín atenderemos la necesidad de 50 familias cuyos padres podrán salir a trabajar mientras que los niños quedan bien atendidos, en un lugar donde comerán muy bien y podrán jugar. También me gustaría que la gente mayor no se quede en la casa sino que haga servicios, salga y haga cosas antes de irse al cajón. No soporto a los viejos que se quedan en la casa haciendo nada, quiero contagiar y que existan muchas más acciones. Por intermedio del SICEI quiero salir a buscar grandes donantes entre los 40.000 medidores que hay en Bariloche y que hagan un aporte de diez pesos de por vida para el Hospital Zonal. Y tengo otro proyecto más que es el de construir un hogar para ancianas que quieran tener su huerta y sus gallinitas, así que ya estamos haciendo los trámites. Además queremos hacer una revista como corresponde, con recetas de cocina de abuelos, historietas con los chicos y que los más grandes hagan de reporteros. Tenemos que sacar de la escuela aunque sea un chico que quiera hacer la secundaria y se tiente por el lado de la comunicación, que aprenda letras, poesía y sobre todo que sean lectores, porque les cuesta mucho leer. En esa revista voy a invitar a todos los ex alumnos para que escriban la experiencia de su paso por nuestra escuela y que cuenten dónde están ahora. Siempre pretendemos enseñar jugando y eso es muy importante. Esa es la verdadera enseñanza que queda en el tiempo.