Bariloche durante la Gran Depresión

En este artículo –que compartiremos en dos partes– Nicolás Vezzosi Foures realiza un análisis histórico y socioeconómico de Río Negro y sus ciudades relevantes entre 1929 y 1934, siendo aún la provincia Territorio Nacional.

La crisis de 1930 en Argentina

En el periodo de 1925 a 1929 el 96 % de las exportaciones argentinas estaban compuestas por productos agropecuarios. El 60 % de estas correspondían a productos agrícolas y el 40% a pecuarios. Argentina era un país que competía con las producciones y las exportaciones de las principales economías del mundo a la vez que su carácter dominante en varios productos la hacían especialmente vulnerable a las condiciones de sobre-producción agrícola mundial. Hacia el fin de este período las exportaciones constituían el 24% del PBI y el 67% de la demanda final para el sector agropecuario pampeano, de ahí la notable dependencia de esta región de la situación internacional.

Otro factor relevante que marcaba los ciclos económicos del país estaba dado por el ingreso del capital extranjero que se canalizaba a través de la inversión directa en servicios públicos, como también en la compra de bonos emitidos tanto por los distintos sectores del Estado como por los bancos que financiaban la actividad crediticia, que permitía alimentar los circuitos productivos y que facilitaba los trámites de adquisición de tierras. El nivel de la balanza de pagos afectaba directamente a la capacidad crediticia de los bancos locales por las características del sistema financiero nacional. Las variaciones en las reservas de divisas dependían de su provisión por las grandes firmas cerealistas y los frigoríficos, dada la ausencia de organismos estatales que actuaran en el mercado. Al tener el país estructurado su comercio exterior con una gran dependencia de las compras británicas de productos agropecuarios y de las ventas estadounidenses de maquinarias e insumos, la vulnerabilidad externa se acrecentaba.

El descontrolado derrumbe de los valores de la Bolsa de Nueva York en octubre de 1929 fue el primer signo de los tiempos que estaban llegando. El sueño de un progreso perpetuo, que se había dado a principios de la década de los 20, se transformó en una pesadilla con la llegada de la Gran Depresión. En un principio se pensó que se trataba de una recesión nueva, pero el lento transcurso de años sin perspectivas de recuperación hizo evidente que había algo más allá que un nuevo valle en el ciclo económico.

La caída de la demanda y la producción fue acompañada tanto por una deflación generalizada como por una crisis de las exportaciones, que comenzó con la sostenida declinación del precio del trigo en 1929, descendiendo estas a la tercera parte, dado que además fracasó la cosecha por razones climáticas. La recuperación productiva del año siguiente no permitió aumentarlas a niveles anteriores, recién los precios se recuperarían en 1935. Así, la disminución de los precios agrícolas, el final de los créditos extranjeros y los aranceles proteccionistas produjeron un fuerte impacto sobre la economía nacional.

Las exportaciones eran fundamentales para la Argentina ya que mantenían altos niveles de empleo y actividad y permitían importar aquellos bienes con los que Argentina no contaba. Entre ellos productos industriales y equipos necesarios para inversiones urbanas y rurales, así como los insumos utilizados para una industria que estaba en crecimiento. El colapso del comercio mundial por la Gran Depresión afectó la posibilidad de importaciones al país, a la par que los precios de los productos de exportación de la Argentina caían.

La Gran Depresión repercutía en el presupuesto tanto en los gastos como en la contracción de los ingresos. La reducción de las importaciones derrumbó las recaudaciones de las aduanas. Esa caída fue particularmente grave, siendo el comercio la principal  fuente de ingresos del gobierno. Por el lado de los gastos, se economizó en costos de la administración: salarios reducidos e inversión pública menor. Pero en estos primeros años el nivel de vida no fue afectado fuertemente.

El Territorio de Río Negro hasta 1930

El Territorio Nacional de Río Negro, fundado en 1884, contaba para 1947 con unos ciento treinta y siete mil habitantes. Las diferentes regiones que componían el Territorio diferían en gran medida unas de otras en materia económica y de crecimiento.

A principios del siglo XX, el territorio rionegrino se presentaba como una fragmentación de espacios, subordinados en muchos casos, a jueces de paz, comisarios y a sus nexos locales, que expresaban las relaciones de poder en la articulación de redes sociales. En este contexto se permitía que se tejieran redes socio-políticas articuladas por un funcionario, las que al mismo tiempo que permitían conformar poderes personales hacían viable la injerencia de las instituciones centrales.

Por un lado las bases sociales y materiales de la zona cordillerana se conformaron en torno a un activo comercio entre los parajes y las casas comerciales radicadas en Bariloche, vinculadas a comerciantes chilenos y del interior del Territorio. Además, la producción lanera estaba en manos de grandes firmas que desarrollaban su actividad en todo el espacio patagónico.

En cuanto a Viedma, como núcleo central de la zona atlántica, contaba con un pequeño aparato administrativo, un entorno bancario y judicial que fue el principal sostén de la economía local. La actividad comercial y agropecuaria extendida en la región fomentaba el crecimiento de patrimonios individuales, constituyendo las bases de acumulación de los sectores de poder local.

Por otro lado la región altovalletana, tras la construcción del sistema de riego, hacia 1910 comenzó un proceso de creciente expansión, con el surgimiento de colonias agrícolas entre los años 1912 y 1928. En los núcleos dinámico-productivos se constituyeron fracciones burguesas, dedicadas a la producción agroindustrial, especialmente en base a productos semi manufacturados o manufacturados que eran subproducto de sus materias primas.

Del mismo modo se conformaron en el territorio otros sujetos sociales como los propietarios de explotaciones dedicadas a actividades agrícola-ganaderas, particularmente vacuna y ovina en el área cordillerana, o a la cría extensiva de ovino y minería en la línea sur, más los comerciantes de ramos generales ubicados en todo el territorio.

Vemos que Río Negro fue por entonces un escenario extenso, disperso, poco poblado, con escasas vías de comunicación interna, pero con centros de incipiente desarrollo demográfico y económico. Esto se debió, entre otras razones, a factores geográficos y materiales, que cristalizaron en un conjunto de condiciones desventajosas para el desenvolvimiento de un proceso de integración. En estos escenarios patagónicos, el desarrollo de las instituciones era escaso, la vida asociativa estaba centrada en el “vecinalismo”, las asociaciones mutualistas-comunitarias, las agremiaciones socio-económicas y los clubes sociales.

Un segundo camino de abordaje para la vía social fue el rol de la prensa como actor político en los territorios. Fueron importantes tanto el papel jugado por la prensa, como avanzada civilizatoria y difusora de principios republicanos, como su rol de mediadora entre el Estado y la sociedad territorial. A través del análisis de diferentes periódicos se determina la existencia de diversos roles que los involucran ya sea como narradores, comentaristas o actores de conflictos, pero también como generadores de identidades locales. Las fiestas y conmemoraciones, vistas no sólo como espacios de sociabilidad sino también desde su significatividad política, han sido analizadas para casos puntuales: En el caso de Río Negro, las fiestas del Alto Valle y su relación con el nacionalismo.

En en aquellos años fundacionales Viedma se convirtió en centro comercial de la zona atlántica y el valle inferior –núcleo de comunicación con la pampa húmeda a través de Carmen de Patagones– y preservó la sede de las autoridades territorianas. En 1900, por un decreto del Ejecutivo central, Choele Choel –centro dinámico del Valle Medio– fue sede transitoria de la capital, tras la gran inundación de 1899 que destruyó, a su paso, a varias ciudades. Al mismo tiempo, General Roca fue, hasta la década del cincuenta, el primer centro urbano de importancia y con tendencia hegemónica en el Alto Valle de Río Negro y Neuquén. Preponderancia socio-histórica que sirvió como argumentación, para proponerla como sede de la capital provincial. Asimismo, en el espacio altovalletano existió un foco de desarrollo social temprano, con relación al experimentado por la sociedad neuquina. A partir de la década del ‘20, se produjo una significativa expansión de la población y de la actividad agroindustrial. Este desenvolvimiento económico condujo a la conformación de fracciones burguesas locales en el escenario del Alto Valle rionegrino.

El camino a la crisis en Bariloche

Ya desde el año 1902 se hablaba del potencial ganadero del área de Bariloche, especialmente del ovino. De acuerdo a un censo realizado por el departamento de tierras, había ya en 1902 unas dieciséis mil cabezas de ganado ovino en el área, con cinco propietarios contando con más de mil cabezas; y estas eran explotadas para enviar la lana vía Chile hacia las ferias belgas y alemanas. La explotación agrícola estaba repartida en lotes que habían sido entregados en el marco de la Colonia Agrícola y Pastoril del Nahuel Huapi, y a los fines de obtener la propiedad definitiva debían ser explotados de acuerdo a una serie de requisitos: tener una cantidad de tierra alambrada y árboles frutales, un número determinado de cabezas de ganado y/o huertas donde cultivar cereales y verdura en general, etc. Dicha explotación se concentraba principalmente en tres nodos: el área del actual barrio de Melipal, la actual Colonia Suiza y la península San Pedro. A esto se sumaba una buena cantidad de familias que se ocupaban como jornaleros –especialmente inmigrantes chilenos y aborígenes– y que llevaban adelante una agricultura de subsistencia. Hubo muchos trigales y en materia de trigo este se intentó explotar con fines económicos, pero la posibilidad fracasó por la dificultad de transportarlo por vía lacustre, río Limay arriba, hasta la zona Atlántica.

Hacia 1914 el ciclo económico que conectaba Bariloche con las ferias belgas y alemanas fue cortado abruptamente por la Primera Guerra Mundial, la ganancia de las ferias de lanas terminó menguando, más no el potencial de la ciudad. Ese mismo año Bailey Willis, con el apoyo del ministro Ramos Mejía, elaboró las tentativas de un posible proyecto de industrialización de la zona, con vistas a la extracción de madera para reemplazar el suministro de carbón que debido a la guerra se había cortado desde Inglaterra. Para ello se pensó en extraer maderas del área de Colonia Suiza por un lado y por otro que Bariloche tuviera una mejor conectividad con Argentina, ya que el circuito de venta de lanas se basaba principalmente en la conexión que tenía Bariloche con Osorno y los puertos chilenos remontando los lagos. Bailey Willis ideó dos proyectos: el trazado de la actual ruta que conecta la ciudad de Bariloche a través de Traful y el Collón Curá para su tránsito con vehículos de motor, conectando a su vez en este circuito un número de estancias que se basaban en la explotación ganadera, y finalmente un posible trazado de ferrocarriles que conectara el área cordillerana con el Atlántico, desde Bariloche al puerto de San Antonio, llegándose a pensar incluso a conectar a Valdivia en este recorrido.  Entre los planes de industrialización se contaba con la idea de generar energía hidroeléctrica usando los cursos de agua de la zona y estudiando los regímenes de lluvia y la geología local.

El plan de Bailey Willis, recopilado por Arturo Frondizi en su libro Breve historia de un yanqui que proyectó industrializar la patagonia 1911 – 1914 (1964), era instalar en Bariloche un centro neurálgico para el desarrollo manufacturero, pensando como cordón industrial la actual zona del Limay, debido a que serviría como un mercado para los productos agrícolas de otras zonas de la Argentina. A la par Bailey Willis había previsto en 1914 la creación de un Parque Nacional con el doble propósito de conservar bajo un régimen de explotación racional los recursos naturales en general y el bosque en particular, y de ofrecerlos para el disfrute turístico democrático del pueblo de la nación. Este proyecto naufragaría por la falta de apoyo desde el poder central y por el anuncio por parte del presidente Yrigoyen en 1922 de instalar un Parque Nacional en la zona. Parque Nacional que seguía con la idea de Emilio Frey, quien no creía que se pudiera conciliar un desarrollo industrial con la preservación del paisaje. El terreno original para este parque fueron las tierras que Francisco Pascasio Moreno había donado, en la zona del Brazo Blest hacia el sur. Más tarde la Dirección de Parques Nacionales aumentaría el tamaño de este Parque Nacional.

Bailey Willis y Frey coincidieron en un punto: la importancia de mantener la explotación agrícola ganadera en la región como motor de la economía. En este sentido cabe destacar en su calidad de empresario a Primo Capraro, quien no solo contaba con tierras que podía explotar, sino también con un molino –otro estaba ubicado en Melipal y le pertenecía a la familia Bock– y un aserradero, ubicado en las cercanías del actual Centro Cívico. Ya en la década del 20 Bariloche estaba sumida en una profunda crisis. Por un lado, el influjo monetario desde Chile con respecto a las ferias alemanas era exiguo, por otro lado el perfil de colonia agrícola ganadera, que había sido el motor económico desde la instalación de los primeros colonos en la zona, comenzó a abandonarse y reemplazarse progresivamente por uno más turístico a medida que avanzaba la década –con la creación del Parque Nacional del Sur en 1922– y consolidándose en 1934 con la instalación del Parque Nacional Nahuel Huapi, creación que tuvo el fin de conservar la naturaleza en su estado puro para disfrutarla y permitir mayor presencia estatal en zona de frontera.

En esta etapa de transición en Bariloche todavía hubo un intento de mantener el perfil agrícola ganadero, como lo demuestra un documento de 1928, donde se pide permiso para la instalación de cinco familias que buscaban cultivar la tierra. Otro elemento definitorio de esta transición fue la instalación de la Aduana en Bariloche, que limitó la exportación de ganado a Chile y dislocó los circuitos comerciales que se habían estado consolidando desde la fundación de la ciudad.

Cabe destacar que muchos de los “vicios” –artículos como yerba, querosene o bebidas alcohólicas– y otros tipos de artículos, como los de ferretería, provenían especialmente de la zona de Neuquén, que tenía una mayor conexión con el área atlántica, específicamente con la zona de Viedma, Bahía Blanca y Buenos Aires, por medio del ferrocarril. A medida que el tren fue avanzando, la conexión con la zona valletana se hizo cada vez más dependiente, haciendo que los productos antes mencionados fueran buscados en las distintas estaciones que se iban inaugurando a lo largo del camino, y de allí transportados a Bariloche por medio de carro o coche. A medida que Bariloche fue creciendo en cantidad de habitantes, el comercio fue creciendo, al igual que la demanda. Andrés Lamuniere menciona en su entrevista la dependencia del comercio con Viedma y el hecho de que el uso de la moneda en Bariloche era mínimo. La economía doméstica se basaba principalmente en el intercambio de productos entre habitantes, un rudimentario trueque en torno a diferentes productos, probablemente en su mayor parte agrícolas. El comercio de ramos generales era monopolizado por un almacén propiedad de Primo Capraro y era el mismo comercio que anteriormente había pertenecido a la Compañía Chile–Argentina.

En cuanto a la seguridad de la zona era mantenida por la policía local. El predio donde trabajaban se encontraba en la manzana entre Mitre, Quaglia, Elflein y Morales. Hay relatos de como hacia 1928 se hizo presente en la zona un grupo de cuatreros a los cuales la policía local y un número de voluntarios de la ciudad dieron persecución y mataron. Así podemos ver que, a pesar de ser una zona de frontera, el control del Estado en materia coercitiva era aún demasiado laxo, haciéndose patente el constante cuatrerismo de frontera, especialmente en el robo de cabezas de ganado y en cierto tiempo de tocones de árboles cortados que se pensaban utilizar para exportar. No sería hasta la instalación del destacamento del ejército y de la gendarmería en el año 1938, que la mano militar del Estado Argentino llegaría hasta esta zona fronteriza.

* Nicolás Facundo Vezzosi Foures es Licenciado en Historia, Centro Regional Universitario Bariloche, UNCo

 Disfrutá la segunda parte de este artículo en el próximo número de Revista TODO