Las Artemisias son un grupo numeroso de plantas usadas desde tiempos antiguos para sanar dolencias propias de las mujeres y aliviar trastornos digestivos. En Patagonia crecen –aromáticas y versátiles– muchas de ellas.
Las Artemisias son un grupo numeroso de plantas, usadas desde tiempos muy antiguos, que se caracterizan por ciertas similitudes. Se destacan por ser muy aromáticas, habitualmente son hierbas o arbustos bajos con múltiples tallos por lo general erectos, con flores ubicadas en racimos ramificados en los extremos de los mismos. Las hojas de estas plantas se disponen de forma alterna, y dependiendo de cada especie su forma es variable.
Con el nombre Artemisia se nombraban en la antigüedad a diferentes plantas que sanaban dolencias propias de las mujeres y que siglos después, en 1753, Carl Vonn Linné –castellanizado Linneo– las agrupó en un solo género llamado Artemisia. Linneo fue un médico, botánico y naturalista sueco que creó un sistema de ordenamiento y clasificación de plantas y animales llamado “Sistema binomial”. Así, cada especie tiene un nombre científico único y universal formado por dos palabras en latín: la primera palabra para el género, que agrupa a especies similares, y la segunda para describir la especie concreta: algo así como el nombre y apellido de una persona, pero colocados en orden inverso.
En el caso de las Artemisias el nombre del género que las agrupa es en honor a una diosa griega hija de Zeus y Lato. Cuenta la historia que Lato dio a luz a Artemisa y al día siguiente la recién nacida hizo de comadrona y ayudó a su madre a parir a su hermano Apolo. Desde entonces la relación entre los dos gemelos, que regían la luz –Apolo la del Sol y Artemisa la de la Luna– fue muy estrecha. Artemisa fue la Diosa de la Naturaleza, de la Luna, de la Vida salvaje, de la Caza, protectora de las mujeres vírgenes, pero también de las parturientas y los bebés. Las plantas que llevan su nombre se encuentran distribuidas por todo el planeta y, además de acompañar en la salud a las mujeres desde siempre, fueron usadas para mejorar la digestión, aliviar fiebres y como antiparasitarias y repelentes, entre tantas virtudes. En Patagonia viven algunas artemisias silvestres, la mayoría venidas de Europa, aunque también hay una nativa de estas tierras.
Crece el ajenjo en estado silvestre en terrenos pedregosos, bordes de caminos y también cultivado en nuestra huerta o jardín. Es un arbusto perenne originario de Europa, África del Norte y Norte de Asia con una altura aproximada de 1 a 1,5 metros, de color verde-grisáceo y flores amarillas. Se caracteriza por ser muy aromático, con tallos firmes y foliosos. Sus hojas están densamente cubiertas por un vello blanco-plateado. Su nombre botánico es Artemisia absinthium. Es un aliado para aliviar problemas de salud como digestiones pesadas, mejora la función del hígado y de la vesícula biliar, calma cólicos, ayuda a eliminar gases y parásitos intestinales y estimula el apetito. Por ésta última cualidad integra –desde el siglo IV a.C.– las recetas de varias bebidas espirituosas y tipo “vermut”, pero el uso más conocido de esta planta se debe a que se utiliza para producir “absenta”, bebida alcohólica muy popular en el siglo XIX y comienzos del XX, consumida por grandes artistas europeos de la época como Arthur Rimbaud, Toulouse-Lautrec, Manet, Baudelaire, Picasso, Hemingway, Oscar Wilde y Vincent van Gogh.
La “absenta” fue prohibida durante casi 70 años por el gran problema de Salud Pública que suponían sus potentes efectos tóxicos a causa de las tuyonas, un componente que se encuentra en el ajenjo y en otras plantas y que al consumirse en alta concentración y por tiempo prolongado genera una intoxicación que, sumada a la ingesta de alcohol en exceso, provoca “Absintismo”, enfermedad que cursa con delirio, vértigo, pérdida de conocimiento, alteración de la conducta, convulsiones, daño cerebral y también lesiones a nivel digestivo y renal que pueden llevar a la muerte. En la actualidad, en diferentes países, volvió a permitirse la elaboración de “absenta” pero con muy baja concentración de tuyonas y advirtiendo que, tratándose de una bebida alcohólica, su uso debe ser moderado.
Pero no por nada el ajenjo lleva su nombre en honor a la Diosa Artemisa, lo lleva precisamente porque consumiendo la infusión de su parte aérea mejora los trastornos hormonales como ciclos menstruales irregulares y dolorosos. Además, combinándolo en infusión con llantén, alivia catarros, resfríos y broncoespasmos y también es excelente repelente: de moscas y mosquitos colocando ramitas colgadas en las puertas y ventanas y de las polillas, que malogran la ropa y la comida, poniendo bolsitas de tela en armarios y roperos.
Y crece el ajenjo nativo en nuestra Patagonia precordillerana. Su nombre botánico es Artemisia magellanica, se la encuentra desde Mendoza hasta Tierra del Fuego. Es una hierba perenne, ramosa, con sus tallos frecuentemente rojizo-violáceos, muy aromática. En los últimos años se está estudiando su composición química y el uso de sus aceites esenciales.
En nuestros jardines botiquines podemos cultivar al “éter” o “abrótano macho” hermana del ajenjo. Su nombre botánico es Artemisia abrotanum y es originaria del centro y sur europeo. Este arbusto siempre verde puede llegar a medir 1 metro de altura, presenta follaje plumoso y con un aroma más alimonado que el ajenjo. Incluso su aroma recuerda al éter –anestésico usado en la antigüedad– y de allí su nombre. Sus ramas son usadas para teñir lana de color amarillo. Se usan sus hojas, tallos y flores. Es principalmente utilizada y conocida por aliviar dolencias estomacales. Es digestiva y útil en caso de inapetencia, ya que estimula el apetito. Aumenta la producción y eliminación de bilis lo cual es favorable en casos de afecciones al hígado. Popularmente se ha utilizado para combatir y eliminar los parásitos intestinales. Como toda Artemisia, regula los ciclos menstruales. Tiene acción febrífuga, aliviando los estados febriles. Calma la ansiedad y angustia, combinándolo con melisa. Para todas estas situaciones se aconseja beber infusión de la parte aérea. Lavando la cabeza con una infusión concentrada de éter y ortiga se alivia la seborrea y ayuda a crecer el pelo.
Otras hermanas Artemisias crecen en tierras patagónicas. El estragón francés, cuyo nombre botánico es Artemisia dracunculus, es una planta vivaz que supera el metro de altura. Las hojas de estragón son de color verde oscuro, largas, delgadas y puntiagudas, sus flores son pequeñas, amarillentas y se hallan agrupadas en capítulos verdosos casi globosos, dispuestos en panojas terminales. Comparte propiedades para la salud con sus hermanas Artemisias, pero se destaca como planta condimenticia, tanto usándola fresca como seca, por su delicado aroma y sabor exquisito.
Y otras Artemisias crecen y dan valor a la flora patagónica. Valorar la biodiversidad es valorar la Vida. Así, tan simple.
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