Osvaldo Herranz nos refiere las actividades, problemáticas y desafíos de la Asociación de Fútbol Infantil Bariloche, una institución avocada al fútbol infantil integrada por diversos clubes de la ciudad y sus alrededores.
¿Qué es la AFIB? Historia y memoria de Osvaldo Herranz
La Asociación de Fútbol Infantil Bariloche (AFIB) es una de las principales organizaciones dedicadas al deporte para menores en Bariloche integrada por diversos clubes, “escuelitas” y centenares de niños y niñas de toda la ciudad. Su historia reciente comienza en marzo de 2021, cuando en plena pandemia de Covid-19 un grupo de personas decidió generar un espacio de contención social frente al crecimiento de las desigualdades y la ruptura de las relaciones provocada por el aislamiento de la población. Sin embargo, el origen de la organización se remonta a varios años antes.
La AFIB fue creada el 7 de marzo de 1987, en una reunión de delegados de clubes realizada en el Estadio Municipal. El acta fundacional menciona que había representantes de Alas Argentinas, Boca Juniors, Círculo Chileno Gabriela Mistral, Estudiantes Unidos, Don Bosco, Tiro Federal, Las Mutisias y Martín Güemes. A ellos se sumaron Virgen del Carmen, 10 de diciembre, Independiente y River Plate de Colonia Suiza, junto a otros que se afiliaron poco tiempo después, como Diego Rosales, 9 de Julio, Barrio Lera, Frutillar, San Francisco, Cruz del Sur, Alborada, UPCN, Gastronómico, Virgen Misionera, Las Malvinas y Arrayanes. La AFIB obtuvo su personería jurídica en 1988 y contó con reconocimiento del Consejo Federal del Fútbol Argentino. Fue una de las primeras organizaciones de fútbol infantil de todo el país.
Las actividades de la Asociación se asentaron sobre la base de una tradición de fútbol barrial que ya estaba instalada en la sociedad local. La creación de algunos clubes se produjo en el marco de un proceso de organización comunitaria en los barrios de Bariloche durante los años ochenta, motivado por el retorno de la democracia en Argentina en 1983. A finales del siglo XX, el crecimiento de la ciudad trajo dificultades al Estado para brindar infraestructuras y servicios a las áreas urbanas periféricas. A la vez que se configuraba una ciudad con marcadas desigualdades sociales, emergieron diversas experiencias asociativas. En torno a las nuevas instituciones deportivas se construyeron identidades barriales. Por entonces, la dirigencia de la AFIB defendió un discurso democrático y manifestó su interés por el desarrollo de una función formativa y de contención social a través del fútbol. Ante las situaciones familiares de pobreza y desempleo, la dirigencia planteaba la necesidad de “sacar a los niños de la calle” e iniciarlos en el deporte. Así, dio lugar a clubes de distintos puntos de Bariloche y de otras localidades, como El Bolsón, Pilcaniyeu, Comallo, Jacobacci y Villa La Angostura.
Durante el verano, la AFIB organizaba campeonatos que se disputaban en distintas “canchitas” distribuidas por la ciudad. La mayoría eran terrenos baldíos y sólo unas pocas eran canchas sembradas pertenecientes a clubes –Alas Argentinas, Estudiantes y Don Bosco–, y a ellas se sumaba el Estadio Municipal, donde se disputaban las competencias más importantes. En el invierno, la Asociación realizaba certámenes en gimnasios de entidades públicas o privadas. La organización de estas jornadas se daba de manera colaborativa entre los clubes. Los campeonatos favorecían la integración de vecinos de barrios alejados entre sí en torno a una actividad común.
Desde un principio, la AFIB experimentó algunas dificultades organizativas y materiales. Muchos clubes no contaban con un campo de juego propio ni una sede social. A esto se suma el mal estado de muchas canchas disponibles. Por otra parte, la vida institucional dependía del voluntarismo de los vecinos y los socios que destinaban su tiempo y esfuerzo en beneficio de las organizaciones. La principal fuente de ingresos de la Asociación eran las cuotas mensuales que recaudaba entre los clubes, muchas veces adeudadas. Esta situación deficitaria solía perdonarse, para permitir la continuidad de las actividades deportivas. Por otra parte, los apoyos del gobierno municipal al fútbol infantil se caracterizaron por ser aislados o promesas de colaboración para los viajes de los equipos o la organización de torneos. Asimismo, la ayuda se limitó a la cesión de horas de uso del estadio y los gimnasios municipales.
Los clubes de la AFIB llevaron adelante distintas iniciativas para recaudar fondos. Para eso, dieron lugar a la creación de comisiones de madres y padres, las cuales trabajaban en conjunto con las dirigencias para generar recursos que permitieran sostener a los clubes (rifas, ventas de comida, eventos). No menos importantes fueron las acciones desarrolladas con otras instituciones del entorno barrial –juntas vecinales, parroquias, escuelas–. Gracias a los lazos de solidaridad, la AFIB pudo organizar campeonatos regionales e internacionales durante la crisis hiperinflacionaria en Argentina a finales de los años ochenta. A la vez, los equipos de Bariloche realizaron numerosos viajes para disputar torneos fuera de la ciudad, lo cual era posible a través de contactos con instituciones similares de Argentina y países vecinos.
Durante los años noventa, las políticas neoliberales repercutieron negativamente sobre los clubes barriales. Estas instituciones fueron dejadas de lado de la inversión pública y pasaron a ser consideradas como “obsoletas” por encontrarse por fuera de la lógica del mercado. Como resultado del aumento de la pobreza, el desempleo y el individualismo, se desarticularon muchos vínculos sociales que habían hecho posible la organización comunitaria e institucional después del retorno de la democracia. El compromiso con los clubes quedó en un segundo plano frente a las necesidades económicas de las familias. Como consecuencia, se produjo la desaparición de algunos de los clubes que habían integrado originalmente a la AFIB, así como la creación de otros que experimentaron constantes vaivenes institucionales.
El 10 de octubre de 1994, la AFIB se fusionó con la Liga de Fútbol Bariloche (LIFUBA). La fusión apuntó al fortalecimiento institucional y a favorecer el deporte para niños mediante una mayor articulación con las categorías juveniles. Si bien la fusión resultaba prometedora, en los años posteriores continuaron las dificultades de los clubes y la falta de apoyos estatales. Asimismo, desde los últimos años del siglo XX desaparecieron numerosos espacios públicos empleados como campos de juego en toda la ciudad, sobre los cuales se erigieron instituciones, planes de viviendas o tomas de tierras, como consecuencia del predominio dado a los intereses del sector inmobiliario por sobre las necesidades de la población.
La desaparición de la AFIB no pudo borrar los recuerdos de los dirigentes y técnicos que llevaban a sus equipos caminando o en vehículos particulares hasta las canchas en las que tenían pactados sus partidos. Don Osvaldo Herranz es uno de ellos, y uno de los más destacados, lo que le permitió estar al frente de la institución durante años. Su historia es inspiradora, llena de sacrificios, pero guiada siempre por la vocación por la formación de los niños.
Osvaldo ¿qué nos podés contar de tu historia personal ligada al fútbol? ¿Cuándo llegaste a Bariloche?
Yo vine desde Buenos Aires. Nací en Villa Urquiza en 1928, en un barrio cercano a la General Paz, cruzando el ferrocarril, en la parte más humilde. Ahí estaba el campo del club Sarmiento. En esa época había grandes eucaliptos y jugábamos torneos barriales, donde esos árboles hacían de arcos. Era algo fabuloso. Estuve hasta los 12 años en Villa Urquiza. Mi padre era almacenero y trasladó su comercio a Córdoba, donde hizo una sociedad con sus hermanos. Era una imponente fábrica de soda. Estuve 25 años en Córdoba. Ahí jugué sólo dos partidos en el club Presidente Roca. Después me hicieron socio del club Talleres. Eso fue hasta que falleció mi madre y me trasladé de nuevo a Buenos Aires, a mis 36 años, a la casa de mi abuelo, donde confluyen los barrios de Belgrano, Núñez y Saavedra. Estuve hasta que vine en 1974. En Bariloche empecé a trabajar en la concesionaria FIAT de Baricar.
¿Cuándo te acercaste al fútbol infantil?
Me vinculé como todos los padres: los hijos te llevan. Resulta que un sobrino mío, que le lleva dos años a mi hijo Alfredo, quería jugar al fútbol. Fuimos a un descampado en Virgen Misionera, donde nos encontramos con una persona que estaba con unos chicos. Los estaba haciendo entrenar. Se llamaba Celestino Rojas. Desde ese momento, él incorporó a Alfredo en su club, llamado El Ciclón. Mi hijo tenía 7 años. Eran todos clubes que tenían la misma categoría. Entre los equipos estaba Barrio Nuevo, que lo dirigían Báez y Mario Hott, que después pasó a ser Independiente; Martín Güemes estaba con Jorge Yasko; Alas Argentinas con “Farolito” Neculmán; Diego Rosales con César Balmaceda; Arrayanes con Sergio Pérez; Virgen del Carmen con dos maestros; Don Bosco con Vidal, los Oyarzo, Betanzo y Jara; Mutisias con Gervasio Grande; Tiro Federal con Juan Carlos Barrientos; Maldonado con Círculo Chileno Gabriela Mistral. Más adelante vino Estudiantes. Después a mí me nombraron secretario de Boca Juniors de Bariloche, aunque yo acompañaba al Ciclón a todos lados. En Boca formamos la escuela de fútbol infantil y se armó una comisión de mujeres que hacían de todo. Luego yo dejé Boca y le encargué el mando de la escuela a Celestino. Él enseñaba y los chicos viajaban bastante. Viajaron a Lobos, a Hernando de Córdoba, a Chile. Entonces me dediqué a la dirigencia del fútbol infantil. Con delegados y padres creamos la AFIB. Después vinieron Juan Boga, Luis Otamendi y Eduardo Oteiza. Ahí se configuró institucionalmente el fútbol infantil.
¿Qué recordás de los orígenes de la AFIB?
En Viedma se había creado una confederación de fútbol infantil que tenía sólo tres equipos. Me solicitaron que nos afiliáramos. Yo pensé: “ellos tienen tres equipos y arman una confederación, muy jerárquica”. Había que pagarles una cuota todos los meses. Entonces propuse: “mejor hagamos una asociación de fútbol infantil local”. Así formamos la asociación y a la confederación la dejamos de lado. Ellos estaban en Viedma, donde hacían política y conseguían todo. En la AFIB nos faltó tener una relación más directa con los políticos para que nos ayuden. Sólo te daban subsidios para la comida, algo que nunca se cumplió. Por eso, los que estuvieron en el fútbol infantil siguieron juntos y trabajando por sí mismos. La AFIB cobraba una cuota mínima. Teníamos poca plata. Arbitrábamos nosotros para no pagar arbitrajes.
¿Qué actividades realizaba la Asociación?
Con la AFIB hicimos el torneo Recreación y el torneo Confraternidad. La idea era que estuvieran las canchas chicas y las más grandes. Me alegró iniciar el torneo Recreación en el Estadio Municipal. La cancha se dividía en tres y el torneo tenía ciertas condiciones: no había goleador ni resultados. Era completamente recreativo. Por su parte, los Confraternidad tenían una característica: los clubes que venían no pagaban nada. Les dábamos habitación y comida a los chicos visitantes en las casas de las familias de nuestros clubes. Vinieron equipos del Valle como Alem Progresista y Círculo Italiano, clubes de Uruguay, de Brasil y de Chile. A eso se sumaron otros de Córdoba y la provincia de Buenos Aires –de Lobos y el club Gimnasia y Esgrima de Bahía Blanca–. Otro equipo que vino fue el famoso Renato Cesarini de Rosario. Nosotros hicimos estos torneos antes que el Mundialito de Roca, con el criterio socioeconómico de que los clubes solamente se pagaban el viaje y el resto lo solventábamos nosotros, los delegados y los padres. En un momento se hizo muy grande el número de participantes y no había dónde albergarlos.
¿Dónde se jugaban los torneos?
Buscamos canchas por todos lados. Jugábamos en la parte del medio del Velódromo. En la cancha de Belgrano en Beschtedt y Mange se promovió el juego entre varios equipos. Había una canchita en una escuela en el barrio Arrayanes. También había dos canchas en la Escuela Militar de Montaña. Fuimos con todas las categorías a la cancha del kilómetro 10 abajo, así como a la del barrio Malvinas, la del barrio 258, la cancha del Cagliero en el kilómetro 19, la de Independiente, la de la Cumbre y la de Frutillar… Lo ideal para nosotros fueron las canchas de El Pilar. Eran cuatro: una la usaba la Gendarmería y las otras tres las usaba el fútbol infantil. Y era hermoso en verano, porque la gente podía ir con los mates, a hacer asadito y concentrábamos todas las categorías. ¡Qué época! Las canchas estaban muy bien, salvo una.
¿Por qué se produce la fusión de la AFIB con LIFUBA en 1994?
La fusión se produjo porque nosotros teníamos las categorías de los más chicos, que después pasaban a la cuarta o quinta categoría de LIFUBA. Entonces, ya no podíamos contenerlos. La Liga tenía su departamento de divisiones inferiores. Les pasábamos una categoría por año, hasta que un día dijimos “si pasamos una, pasamos todas”. Ahí se produjo la fusión. Pero luego perdimos apoyo y coordinación.
¿Qué problemáticas han sido recurrentes para el fútbol infantil?
Principalmente la falta de colaboración de una ciudad que es muy mercantilista y no tiene en cuenta al deporte en general. Nuestra idea era hacer canchas para el fútbol infantil. Esa fue una preocupación permanente. Se tardó años hasta que salió la ordenanza por unas tierras. Primero fueron las gestiones por las canchas del barrio Vivero. Pero hubo una etapa de transición en la que no se podía generar plata para hacer la obra. Llegamos a hacer la mensura, se hizo todo como correspondía. Pero cuando fuimos a demarcar la línea de la cancha nos encontramos a los vecinos que estaban limpiando los terrenos para ocuparlos. Ninguna autoridad hizo nada.
¿Qué desafíos tiene por delante el deporte?
Yo creo que hay que hacer una mayor articulación con los padres. Darles una responsabilidad a través de una comisión que se pueda articular con los delegados de cada club. Todo el mundo dice que el deporte es importante para la formación, pero hay que crear los instrumentos para que eso sea factible. Y el instrumento para eso son los padres que tienen una vocación seria por el fútbol infantil. No tipos que vayan a insultar.
¿Cuál es tu visión sobre el fútbol formativo?
Siempre nos preocupó la educación de los chicos. Los torneos recreativos los formaban de una determinada manera. Recuerdo a un chico que había perdido un partido. Cuando entraron al túnel salía cantando “¡perdimos 4 a 1, perdimos 4 a 1!”. Y eso a mí me dio una idea de lo que tiene que ser el fútbol y de lo complejo que es. Un chico pierde y canta igual. Es un ejemplo. Los trofeos se les daban a todos. A eso hay que darle continuidad, que es lo difícil cuando pasan a las divisiones inferiores. Los clubes deben construir estamentos destinados a cuidar lo que aprenden los chicos en el fútbol infantil. Otro elemento fundamental son los padres, porque la formación viene del fútbol, pero también están la familia y la escuela. Lo ideal sería hacer una articulación completa.
¿Qué fue lo más gratificante del trabajo en el fútbol infantil?
Lo que más me ha gratificado ha sido la compañía de los delegados y los técnicos. Especialmente los que conformaban la comisión directiva. Estimo lo que han hecho, pese a los errores que pueden tener. Es valorable su labor desde abajo. Todos tirábamos del mismo carro. Los tengo siempre en mi memoria. Además de los que ya nombré destaco a Pablo Riquelme como tesorero; Luis Beltrán de Martín Güemes; Carlos Villablanca, que también fue tesorero; Alfredo Ernalz, que estuvo en Alas Argentinas y regenteaba el gimnasio del Don Bosco; Miguel López de Martín Güemes, entre otros. Balmaceda era muy particular, era cieguito y andaba en la cancha con todos los pibes atrás. Oteiza hizo las gestiones para traer a un maestro del fútbol como fue Carlos Timoteo Griguol. Vino con su señora y con Adrián Paenza a dar una clase sobre fútbol infantil en el club Estudiantes. Todos ellos me han llenado de halagos y agradecimientos, que no los merezco, porque los merecemos en forma colectiva. Por otra parte, ver a los chiquitos jugar me encantaba. Ellos traían cosas nuevas. Algunos querían imitar a Maradona.
Renace el sueño de Osvaldo…
A comienzos de 2021 un grupo de dirigentes reflotó la organización de la AFIB. La Asociación contó con la adhesión de clubes, “escuelitas” y equipos sin un encuadre institucional. El principal recurso sigue siendo las redes de cooperación vecinal construidas en torno al fútbol. Las acciones colectivas han permitido la realización de las competencias locales y el viaje de algunos equipos para disputar torneos en otras regiones del país. En esta ocasión, la prioridad es jugar en canchas en buenas condiciones. Además, una novedad es la creación de categorías de fútbol femenino, siendo esta una deuda que estaba pendiente en términos de inclusión social. Vale decir que este nuevo comienzo contó con algunos apoyos del gobierno provincial rionegrino, que otorgó la personería jurídica de la Asociación el 28 de marzo de 2023. El sueño de Osvaldo y de los “locos” del fútbol infantil sigue vigente y su concreción está en manos de personas que, con errores y aciertos, dedican su esfuerzo al bienestar de los más pequeños.
Luciano Arancibia Agüero es Profesor de historia
Juan Boga es Presidente del club Puerto Moreno
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