Aprender no es obedecer

Nuestro objetivo como padres debería ser ayudar a nuestros hijos, no a que nos obedezcan y respeten las normas impuestas, sino a que construyan sus propios esquemas de conocimiento.

A estas alturas todos sabemos que nuestros hijos e hijas no aprenden cuando queremos que aprendan ni aprenden lo que queremos que aprendan. El aprendizaje ocurre cuando se trasforman sus estructuras cognitivas. Cada información nueva que les das es analizada bajo la luz de los conocimientos previos que tienen en sus estructuras cognitivas. Esto les permite modificarla ya sea porque el nuevo conocimiento amplia lo que ya sabían o porque con la nueva información se dan cuenta que lo que ya sabían no era tan correcto como ellos creían. Contrastan la información nueva con la que ya tenían y así las acomodan produciendo el aprendizaje.

Pero para que ellos sean capaces de trasformar sus estructuras cognitivas necesitan ayuda. Nuestro objetivo como padres debería ser ayudar a nuestros hijos, no a que nos obedezcan y respeten las normas impuestas por nosotros, sino a que construyan sus propios esquemas de conocimiento.

No hay nada más desafiante cognitivamente hablando que enfrentarnos a los problemas o los errores. Lo que no supone un desafío, no exige esfuerzo, cambio o adaptación. Y cada día desaprovechamos cantidad de grandes o pequeños desafíos que ignoramos por no darles la importancia que tienen: una pelea entre hermanos, cuando no son responsables de sus tareas, cuando echan la culpa a los demás, cuándo sienten miedo, cuando no saben qué decisión tomar, cuando pegan o insultan, cuando abandonan un proyecto…

Si ayudamos a nuestros hijos a solucionar los problemas sugiriéndoles las soluciones, les evitamos el proceso de contraste y de acomodación. No han buscado soluciones alternativas, no han seleccionado, ordenado, comparado o clasificado; tampoco han filtrado ni trasmitido un significado específico a esa solución por lo que en su cerebro no ha habido cambio cognitivo. Es fácil que vuelvan a repetir ese error. Es fácil que echen la culpa de su error a los demás.

Siempre tenemos dos opciones a la hora de corregir a nuestros hijos, la primera de ellas es trabajar en el comportamiento puntual que queremos corregir. Si nuestro objetivo es, por ejemplo, que ordene su cuarto podemos sugerirle acciones puntuales para que pueda ser ordenado: ayudarle a que elimine los libros que ya haya leído, proponerle que doble la ropa de una manera más eficaz o a que regale la ropa que no usa.

La segunda opción en cambio es ayudarlo a desarrollar las funciones cognitivas necesarias que le permitan tener un pensamiento reflexivo. Nuestro objetivo en este segundo caso sería que ordene su cuarto para que entrene su capacidad de clasificación, de comparación, de planificación, su capacidad de distinguir datos relevantes e irrelevantes, planificando como conducirse para que más adelante pueda utilizar estas funciones cognitivas en otros escenarios, ya no solo en su cuarto sino en la vida, en los estudios, con los amigos, con la pareja o con su jefe el día de mañana en un ámbito laboral.

La estrategia entonces en este caso sería darle motivos para que ordene su habitación, según la edad podemos sugerirle que el orden le permitirá controlar sus pertenencias, ahorrar tiempo y esfuerzo de búsqueda, desarrollar habilidades cognitivas que necesitará más adelante, etc. También podemos animarle a que detecte cual es el problema por el cual no puede ser ordenado –¿demasiada ropa? ¿faltan perchas? ¿sobran cosas? ¿acumula la ropa sucia? ¿le falta planificación?–  y una vez detectado el problema acompañarlo en la búsqueda  de soluciones alternativas.

El orden del cuarto nos sirve de excusa para desarrollar habilidades cognitivas que modifiquen sus estructuras de pensamiento. Igual que ocurre cuando mediamos con él en el lavado de los platos o en cualquier otra situación. De esta manera, las nuevas habilidades adquiridas pasan a formar parte del funcionamiento cognitivo de manera permanente.

No quieras que sea ordenado sino que él quiera ser ordenado. No quieras que te hable con respeto sino que controle su impulsividad al hablar. No quieras que deje de pegar a su hermano sino que encuentre nuevas estrategias para solucionar problemas con los demás.