“Es la huerta un espacio de encuentro con la generosidad de la Madre Tierra. Allí conectamos con el amor a toda expresión de vida. (…) Es tiempo de cosecha, pero también aún podemos hacer siembra directa (…)”
En el tiempo estival las huertas sureñas se muestran en esplendor. Tiempo de verdes, de flores y de frutos. Diversidad de aromas, texturas y sabores se ofrecen a nuestros sentidos.
Es la huerta un espacio de encuentro con la generosidad de la Madre Tierra. Allí conectamos con el amor a toda expresión de vida.
Pedacito de Tierra generador de salud que nos brinda alimentos nobles sin los agrotóxicos que se encuentran en las hortalizas y en las verduras de cultivo convencional, el laboreo en ella nos equilibra emocionalmente generando bienestar, resultando ser un buen estímulo para el ejercicio físico.
Es tiempo de cosecha, pero también aún podemos hacer siembra directa para recolectar antes de la llegada del otoño.
Las huertas en esta época nos ofrecen legumbres frescas, como arvejas y habas.
Las arvejas nos generan alegría al ver sus bonitas y fragantes flores y también al comerlas ya que nos aportan biosustancias como minerales y vitaminas del grupo B que intervienen en el sistema nervioso generando bienestar. Es una planta herbácea trepadora, con un ciclo anual: una vez que fructifica, muere. Originaria del Oriente medio, su nombre botánico es Pisum sativum. Comúnmente se la conoce también como alverja y en otros países las denominan chícharos o guisantes. Es uno de los cultivos más antiguos de la humanidad, encontrándose referencias escritas que se remontan a más de 7000 años AC.
Comeremos sus granos frescos, de sabor dulzón y consistencia algo turgente, aunque también se pueden cocinar al vapor o hervirlas. Al consumirlas frescas y crudas garantizamos el buen aporte de vitamina C ya que en la cocción esta importante vitamina se desnaturaliza, también posee alto porcentaje de provitamina A, cumpliendo ambas un papel antioxidante importante. Suma el aporte de las vitaminas de complejo B, destacándose la B1 (tiamina) que ayuda a nuestro cuerpo a generar energía a partir de los nutrientes y junto a la B9 (ácido fólico) que se encuentra en los granos de las arvejas son responsables de formar y mantener en salud nuestro sistema nervioso. Presenta proteínas de alto valor biológico, entre los aminoácidos constituyentes de estas se destaca la lisina, que tiene suma importancia en la producción de hormonas (como la del crecimiento), enzimas y anticuerpos que mejoran la función inmunitaria. La lisina nos ayuda a asimilar el calcio que nos permite mantener saludable nuestro sistema óseo y también a formar colágeno, proteína que es un componente básico de los huesos, tendones, ligamentos, cartílagos y piel. Encontramos en estos alimentos perfectamente redondos y verdes, minerales como hierro, potasio, fósforo y magnesio, así como también cromo y manganeso, que mejoran el metabolismo de los hidratos de carbono en personas con diabetes). Las arvejas a su vez son ricas en fibra soluble en agua, la cual promueve el buen funcionamiento intestinal y ayuda a eliminar grasas saturadas, además de prevenir el cáncer de colon y regular el nivel de azúcar en personas diabéticas.
Existe una variedad de arveja conocida como “comelotodo”, “tirabeque”, “sinhila” o “arveja china” cuyo nombre botánico es Pisum sativum var. Macrocarpo, de la cual comemos toda la legumbre cocida al vapor o salteada. Las vainas presentan un alto contenido de agua, bajo valor energético y contenidos altos de fósforo, hierro y vitaminas, especialmente B1, siendo además una excelente fuente de fibra. El mayor contenido de fibra de sus vainas, las hacen especialmente recomendables para personas constipadas, con exceso de colesterol y/o diabéticas.
Otras leguminosas hermosas y deliciosas que veremos en la huerta de verano son las habas. La Vicia faba, tal su nombre botánico, al igual que las arvejas son originarias del Medio Oriente y es de muy antiguo tiempo su cultivo. Se han encontrado registros en Europa, África y China. Son plantas anuales que miden entre 80 a 120 cm de altura dependiendo de la variedad. Los tallos son vigorosos y sin ramificaciones. Las hojas tienen un color verde grisáceo. Las flores se presentan dispuestas en inflorescencias que corresponden a cortos racimos axilares. En cada planta el número de flores por racimo varía entre dos y seis, siendo sus pétalos de color blanco con manchas violetas o negras. Las vainas son de color verde claro, pueden llegar a medir hasta 30 cm y contienen entre 3 y 7 granos según la variedad. Sus semillas tienen forma ovalada y plana y miden entre 1 y 3 cm.
Las habas son una excelente fuente de proteínas y fibra al igual que las arvejas, en ellas abundan minerales como potasio, hierro, calcio y manganeso, provitamina A y vitaminas C, E y del complejo B. En su composición presenta hidratos de carbono complejos, que producen un nivel de azúcar constante en sangre por lo que resultan aconsejables en personas con trastornos del metabolismo del azúcar. Es de destacar la presencia en las habas de un neurotransmisor de la motivación, del impulso al bienestar que nos saca de la apatía. Esta biosustancia se conoce como levodopa o L-dopa y 100 gr de habas frescas o verdes contienen aproximadamente de 50 a 100 mg de esta biosustancia que nuestro organismo utiliza para producir dopamina, que es el neurotransmisor de la felicidad y del bienestar. Por eso su ingesta está recomendada especialmente en personas con Enfermedad de Parkinson, donde precisamente hay deficiencia de dopamina.
Además de todos los nutrientes enumerados, que poseen estas legumbres frescas que nos ofrece la huerta de verano, es importante destacar que son plantas que benefician al suelo, ya que poseen nódulos en sus raíces que fijan el nitrógeno atmosférico y alimentan a la planta y al suelo. Por ello desde hace cientos de años las leguminosas han formado parte importante de la rotación de cultivos. Esta fijación del nitrógeno las habas y las arvejas la realizan por medio de los rizobios –Rhizobium leguminosarum– que son las bacterias que forman los nódulos en las raíces de las plantas. Son precisamente estas bacterias quienes toman el nitrógeno de la atmósfera y lo convierten en nitrógeno disponible para la planta, mientras que esta provee de componentes orgánicos obtenidos por la fotosíntesis. Estas bacterias las podemos encontrar siempre en el suelo y se “activan” cuando sembramos leguminosas. Cuando las bacterias reciben señales de que hay leguminosas en el suelo se acercan y entran a las raíces. Se le llama simbiosis, ya que estos dos organismos se benefician mutuamente.
¡Cuán generosa la Madre Naturaleza expresándose en una huerta!
Por Sara Itkin
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