El verano nos extasía con sus flores que aroman el aire. Cultivando nativas ayudamos a la preservación de nuestros ecosistemas, valoramos la cultura de la biorregión que habitamos y honramos la belleza natural de la Patagonia.
La Patagonia tiene su encanto en todas las estaciones, pero sin dudas es en el tiempo de primavera y verano donde su belleza nos extasía con el color de sus flores, la exuberancia de su follaje y los aromas que flotan en el aire. Tiempo de la danza de los diversos polinizadores y del alegre trinar de los pájaros que se alimentan con los primeros frutos de la época estival.
En los suelos húmedos y claros del bosque andino patagónico despliegan su hermosura las flores del leliantu, también llamado llallante o hierba del clavo. Su nombre botánico es Geum magellanicum. Es una hierba perenne, pero que en zonas muy frías puede perder las hojas en otoño para volver a crecer en primavera. El leliantu pertenece a la familia de las rosáceas y por ello su flor se parece a las flores del manzano, de las frutillas y también a las rositas simples ya que todas son parientes. Sus hojas parten de una base central, son irregulares y levemente peluditas. Presenta un tallo erecto y largo de donde nacen las flores de 5 pétalos rojos, amarillos o anaranjados. Sus rizomas y raíces tienen un aroma similar al clavo de olor, de allí el nombre “hierba del clavo”. Desde siempre sus partes subterráneas se usan para estimular la virilidad en los hombres, para mejorar la digestión bebiéndola hervida, y para aliviar dolores de muelas y sanar llagas de la boca realizando buches. Es fácil de encontrar al leliantu en viveros donde se los vende como planta ornamental. Crece muy bien en tierra como en macetas.
Doña Marta Painepe, en Villa Traful, me contó que cuando ella era niña bebían el “té de campo” como hoy tomamos el té que compramos envasado en saquitos o en hebras. Es una planta nativa de la zona cordillerana que crece entre piedras y rocas, cercanas a cursos de agua, con aspecto de mata de aproximadamente 50 cm de altura, con ramas finas y rectas de donde salen sus hojas pequeñas, delgadas y trilobuladas. Las flores aparecen a finales de primavera, agrupadas en los extremos, pequeñas, con 5 pétalos amarillos. La infusión de su parte aérea es digestiva.
A pleno sol, en la estepa o en la alta montaña, en las provincias de Neuquén, Río Negro y Chubut, como un tapiz entre las rocas encontraremos al buchú con sus hermosas flores amarillo-anaranjadas. Haploppapus glutinosus es el nombre botánico de este sub-arbusto nativo que presenta hojas al ras de la tierra, algo duras y pegajosas de forma oblongolanceoladas con bordes lobulados. Las flores, de aspecto similar a las margaritas, crecen en el extremo de un tallito (pedúnculo) de aproximadamente 15 cm de altura. Luego de la floración, aparecerán las semillas dispuestas en panaderos que volarán por los aires en el tiempo otoñal.
Crecen las chauras entre las piedras en cercanías de las costas en toda la Patagonia andina. Son arbustos que dan frutos pequeños del tamaño similar a los del calafate y comestibles también. La Gaultheria mucronata tiene hojas perennes, coriáceas, verde oscuras que terminan en una punta denominada mucrón. Presenta pequeñas flores blancas que miran hacia abajo, globosas, de forma acampanada. Su fruto es una baya pequeña con forma de manzana de color blanco, rosado a morado, de sabor agradable, rica en antioxidantes y pectina. Podemos encontrar a otras especies de chauras, como la Gaultheria pumila que vive en estos bosques, esta es de porte pequeño y sus hojas no terminan en punta punzante.
También sobre riberas de arroyos y lagos habita la Gaultheria tenuifolia. Es un arbusto siempreverde que puede alcanzar 2,5 m de altura y presenta hojas simples, coriáceas, de bordes aserrados y forma lanceolada. Sus flores son abundantes y pequeñas, con forma de campanita, de color rosado claro. El fruto es una cápsula ovoide de color rosado o morado que se abre en 5 gajos y es comestible. Es fácil reconocerlo por su aroma alcanforado.
Vive el mulul, más conocido como parrilla de campo, en los bosques patagónicos desde Neuquén a Santa Cruz en Argentina, y desde Valparaíso a Magallanes en Chile. Su nombre botánico es Ribes magellanicum. Se trata de un arbusto de ramas delgadas que llega a medir de 2 a 3 metros de alto y posee hojas trilobuladas que caen en el otoño. Despliega sus flores amarillas, reunidas en racimos colgantes, de septiembre a noviembre y sus frutos violáceos negruzcos a comienzos del verano. Las hojas de mulul en infusión actúan como depuradoras de la sangre aliviando gota, alergias y procesos reumáticos. Al estimular la mayor producción de orina favorecen el descenso de la presión arterial si se encuentra alta. Haciendo gárgaras con ella se calma el dolor de garganta y también nos ayuda a cicatrizar heridas en forma de lavado. Sus frutos maduros son una fuente de antioxidantes como Vitamina C, provitamina A y antocianidinas que revitalizan nuestro organismo. Son ricos en minerales, especialmente calcio, potasio, magnesio y manganeso, mejorando estados de anemia y fatiga. Ideal comerlos frescos o secos y sin cocinar.
Todas las plantas que aquí nombré pueden cultivarse en jardines, por semillas recolectadas a comienzo del otoño.
Cultivando nativas ayudamos a la preservación de nuestros ecosistemas.
Cultivando nativas valoramos la cultura de la bioregión que habitamos.
Cultivando nativas honramos la belleza natural de la Patagonia.
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