Las tres fundaciones de San Carlos de Bariloche

“Los orígenes de las ciudades suelen ser acontecimientos que forjan mitos. Estos se convierten en fundacionales cuando, con el paso de los años, logran alcanzar una dimensión simbólica (…)”

Los orígenes de las ciudades suelen ser acontecimientos que forjan mitos. Estos se convierten en fundacionales cuando, con el paso de los años, logran alcanzar una dimensión simbólica que trasciende el hecho histórico concreto, lo revisten de un significado que lo hace atemporal y permite a las sociedades refundarse continuamente. Desde este punto de vista, nuestra ciudad fue fundada en tres ocasiones.

La primera fundación representó la continuidad de vínculos sociales inter cordilleranos y  la instauración de un modelo económico a escala regional; la segunda tuvo el carácter administrativo y jurídico, aunque solo décadas más tarde cobró significado “real”; y finalmente la tercera fundación, de tipo literaria e historiográfica, redimensionó el proyecto económico modernizador, “civilizador” y excluyente de la “década infame” en la localidad; y tendría su punto culminante en el cambio de la fecha en el festejo del aniversario de la ciudad, en el contexto de la dictadura del general Onganía y el desarrollismo autoritario.

 La “Fundación” de Carlos Wiederhold

Hasta bien entrada la década de 1960, la fecha del aniversario de San Carlos de Bariloche se recordaba el 2 de febrero, que correspondía al día la llegada del comerciante chileno Carlos Wiederhold Piwonka, en el año 1895. En la actualidad aún son frecuentes las menciones al “fundador de Bariloche” en museos y páginas de internet, potestad que, como sabemos, es de exclusiva responsabilidad estatal. Asimismo, durante años la historiografía tradicional lo nombró como “el primer” poblador de la ciudad, curiosa mención para quien se dedicaba, entre otros menesteres, a comprarle lanas a la “paisanada” ya afincada en la zona.

Carlos Wiederhold fue un avezado comerciante que contribuyó en los primeros años de la consolidación de un mercado regional que se estableció entre los años 1895 y 1920, cuyas raíces se remontaban a las relaciones sociales y económicas previas a la conquista militar del “desierto”, y que incluía a ciudades en ambos lugares de la cordillera. En el marco de un circuito que triangulaba entre las ciudades de Puerto Montt, Bariloche y Hamburgo, se desarrolló un importante comercio de ultramar que tuvo su auge con La Compañía Comercial Ganadera Chile Argentina. La centralización de controles a partir de 1911 y el establecimiento de la aduana en la región en 1920 marcaron el principio del fin de este modelo económico.

Luego de regresar a Chile, Wiederhold volvió a Bariloche desde su residencia en Puerto Varas el 7 de Febrero de 1925, cuando se le realizó un homenaje en el cual se festejó el “30 aniversario de la ciudad”. El agasajo fue organizado por una Comisión conformada para tal fin, presidida por Emilio Frey. Unos cincuenta vecinos entregaron al pionero “de origen alemán” un pergamino recordatorio. Como maestro de celebración ofició Primo Capraro, quien destacó de Wiederhold su poder emprendedor que dio origen al pueblo junto al aserradero y la casa comercial La Alemana.

El periódico La Nación destacaría días más tarde los sacrificios y la voluntad de los “primeros” pobladores y la fuerza del emprendimiento privado. Agregaba además, que la jornada había concluido con una fiesta baile y la visita a la primera casa-comercio. El lunes 9 de febrero Wiederhold, invitado por Primo Capraro visitaría las obras de las vías férreas que por entonces llegaban a Comallo. Esta reunión simbolizó en dos personajes contemporáneos el inicio y el final de un modelo productivo.

La Fundación de Julio Argentino Roca

El 9 de abril de 1902, el decreto firmado por el presidente Julio A. Roca dispuso fundar una colonia agrícola ganadera, en consonancia con la “Ley de Hogar”, llamada Nahuel Huapi en “tierras adyacentes al lago del mismo nombre”. Veinticuatro días después, el 3 de mayo de 1902, otro Decreto Nacional reservó espacios para crear nuevos pueblos en Brazo Rincón, en Puerto Moreno, en Villa La Angostura y en el paraje conocido como San Carlos.

A pesar de que la conquista del “desierto” se había llevado a cabo bajo un declamado nacionalismo, el general Roca mantuvo el modelo económico de virtual “cordillera libre” con un decreto en 1904, beneficiando de esta manera a una burguesía de ambos lados de la cordillera unida por intereses económicos y lazos familiares. Entre ellos, los propios parientes del presidente, poseedores de grandes extensiones de tierras en Neuquén.

 La “Fundación” de Ezequiel Bustillo

No solamente es el esfuerzo pionero el que representa una situación fundacional, ni la fuerza del orden administrativo y los intereses económicos como el caso de Roca. Una ciudad se funda también a partir de libros o dentro de ellos. En el caso local, un ejemplo acabado de ello es la obra auto apologética El Despertar De Bariloche, escrita por Ezequiel Bustillo y editado por primera vez en octubre de 1968. El título mismo de la obra no es otra cosa que un gran imaginario fundador: la aldea que “despertó” por la llegada del impulso urbanizador del autor y su equipo, que impuso una tendencia arquitectónica y urbanística determinada; creación que lejos de ser un objeto natural se transformó en un gran artefacto cultural.

Bustillo rescata de lo que considera “injusto olvido” al general Julio Roca, impulsa la creación de un monumento en su homenaje y construye las bases de la contradictoria postal suiza con fundamentaciones nacionalistas, en sintonía con el autoritarismo eurocéntrico de la época en que le tocó ser director de la Administración de Parques Nacionales (1934- 1944). Asimismo dará el puntapié inicial de una historiografía que heredaron generaciones enteras de barilochenses, y que transmitió un discurso uniforme y sin conflicto entre los sectores sociales.

Bustillo no disimula su admiración por la dictadura de la “Revolución Argentina” (1966-1973) y afirma que la única democracia auténticamente representativa en el país había ocurrido con Roque Sáenz Peña y Victorino de La Plaza. Asimismo negaba el valor de los partidos “demagógicos” tales como el radicalismo y el peronismo, a los que calificaba como “electoralistas y desquiciadores”. Aseguraba, además, que “la democracia en Inglaterra es una cosa; pero aquí en la Argentina, era otra”. Bustillo genera el mito por el cual, luego de su gestión, el Estado ahogó el impulso constructor por él iniciado al frente de la APN. De esta manera, negaba el período de transformaciones posteriores a 1945 que había concluido con muchas de las obras anteriormente esbozadas, aunque ahora con una direccionalidad clara de fomentar socialmente el turismo, considerado a su vez, un derecho para los trabajadores.

En este contexto, un mes más tarde se buscó refundar los orígenes, y la ocasión propicia fue la convocatoria del Primer Congreso de Historia de Río Negro, realizado entre el 21 y el 23 de noviembre en 1968. La conferencia central y más recordada fue la del sacerdote salesiano Raúl Entraigas, llamada “Fundación de San Carlos de Bariloche”. Entraigas, conocedor de la obra de Bustillo, sugirió que la fecha de aniversario fuese el 3 de mayo, tomando como inicio del asentamiento el decreto del año 1902.  La moción tuvo respaldo de otros participantes expositores, especialmente del capitán de navío Enrique González Lonziéme y del coronel Isaías García Enciso, quienes recordaron la importancia del cambio en el marco de un renovado sentimiento nacionalista, o lo que se puede interpretar, de una marcada xenofobia anti chilena del gobierno militar encabezado por el general Onganía. Otro aspecto relevante de las tendencias generadas “desde Viedma”, es la centralización de la economía provincial de la que no escapa Bariloche y de su actividad económica central: el turismo.

Así, eliminada la políticamente incorrecta “fundación” de la ciudad por parte de un chileno, y triunfante la alternativa reivindicatoria liberal del eje Roca-Bustillo-Onganía, el desarrollismo autoritario sesgó también la posibilidad de plantearse otras guías orientadoras en la construcción de su identidad. Un ejemplo curioso en este sentido lo constituye el cambio en la toponimia urbana: en 1954 las calles Vicealmirante Eduardo O´Connor y Clemente Onelli habían sido re bautizadas con los nombres de Avenida Presidente Perón y Avenida Eva Perón respectivamente (Resolución Nº 38-C-1954). Pocos meses más tarde, instalada la revolución fusiladora de 1955, el Concejo Deliberante restablece los nombres originales con el fundamento de que las denominaciones otorgadas “no tienen el valor de los homenajes que pueden discernir la posteridad” (Resolución Nº 11- C-1955).

Tal vez el concepto de “tradiciones inventadas” (1) sea propicio para reflexionar en el caso estudiado. Este se usa en un sentido amplio, aunque preciso, incluye tanto las “tradiciones” realmente inventadas, construidas y formalmente instituidas, como aquellas que emergen de un modo difícil de investigar durante un período breve y mensurable, quizás durante unos pocos años, y se establecen con gran rapidez; “la “tradición inventada” implica un grupo de prácticas, normalmente gobernadas por reglas aceptadas abierta o tácitamente y de naturaleza simbólica o ritual, que buscan inculcar determinados valores o normas de comportamiento por medio de su repetición, lo cual implica automáticamente continuidad con el pasado.

Este proceso condujo a la cristalización de una historia oficial cargada de imágenes estáticas e impolutas, de salvadores y civilizadores indiscutidos y “ficciones orientadoras” que contribuyen a borrar los aspectos negativos o conflictivos del pasado reciente. La gestación de discursos “oficiales” deja de lado al recuerdo extendido en muchos testimonios sobre las recurrentes “colas” que se hacían a diario durante años para comprar kerosén o para ser atendido en el hospital; el pago con leña a los empleados municipales como parte de su salario, los violentos enfrentamientos políticos a principios de los años setenta en sintonía con los fenómenos nacionales, la pueblada barilochense de 1973 contra la intervención política del municipio y la fragmentación en la convocatoria de la fiesta popular que realzó las diferencias entre colectividades europeas y latinoamericanas, entre otros.

El mito-fundacional no es una invención individual ni una fabulación. Tiene su origen en una construcción colectiva que adquiere forma de relato y tradición que, entre otras funciones, actúan como verdaderas guías orientadoras y disciplinantes. Por lo tanto pueblo y mito son contemporáneos. Las ciudades necesitan de refundaciones que la vitalicen, que les den un sustento simbólico y material más inclusivo y justo.

Esta breve síntesis demuestra que la memoria, las formas del recuerdo y su contenido, son motivo permanente de disputa. Se destaca a unos, se soslaya o se condena al olvido a otros, y esto permite ver la forma en que tanto memoria e historia tienen como componente central a las disputas políticas. La dirigencia política y económica puede movilizar determinados elementos del imaginario social –la necesidad de cada individuo de verse reflejado en la imagen social compartida– con el fin de buscar el consenso. Escaparle a la visión del pasado perfecto nos permitirá identificar el constante ocultamiento de la desigualdad, el silenciamiento de algunas voces y la negación de las problemáticas sociales del presente, muchas de las cuales explotan con virulencia cuando no se las reconoce ni solucionan sus causas.

 

1 Eric Hobsbawm, The Invention of Tradition, The Press Syndicate of the University of Cambridge, Cambridge, 1983. Por su parte, Nicolás Shumway en La invención de la Argentina, Emecé (2002), llama ficciones orientadoras al conjunto de relatos que articulan el imaginario político de una nación, una serie de narraciones “necesarias para darles a los individuos un sentimiento de nación, comunidad, identidad colectiva y un destino común nacional”.

* El texto que compartimos integra El Descuartizador (ensayo en fragmentos de la ciudad) de San Carlos de Bariloche. Historia oral en los límites de Ricardo Daniel Fuentes, publicado en el 2013 por De los Cuatro Vientos.

 Ricardo Daniel Fuentes nació en Jaramillo –Santa Cruz– en 1967. Es docente, historiador, escritor y artista visual, vivió su infancia en el campamento obrero Vicente Robles en San Carlos de Bariloche, ciudad en la que finalmente se radicó en 1992 luego de formarse como profesor de Historia. Se desempeñó como educador popular, es especialista en Archivología y Patrimonio Cultural y participó en numerosos proyectos comunitarios barriales vinculados a la memoria y el patrimonio cultural inmaterial. Entre sus libros se cuentan Historias de Vida de los campesinos desplazados en la guerra civil salvadoreña (1980-1992); El Club Andino, una historia posible; Sectores populares, identidad Cultural e historia en Bariloche; Robles-Pilar 1: identidad y lucha por la tierra en San Carlos de Bariloche; La identidad como base de la Participación, premiado; El Descuartizador de San Carlos de Bariloche. Recibió numerosas distinciones por su trabajo histórico y literario. Actualmente colabora con el proceso de paz en Colombia entre el ELN y el gobierno.