En la actualidad muchas personas reemplazan los alimentos sanos por comestibles de elaboración rápida que sacian pero no nutren, pero una buena alimentación es la base para una vida saludable.
El alimentarse es un acto imprescindible para la Vida, un hábito que en los tiempos actuales se ha desdibujado, se ha transformado e incluso se ha perdido, ya que muchas personas y grupos familiares consumen comestibles de rápida preparación que dan saciedad pero sin saber lo que ingieren.
Los alimentos –del latín alimentum: cosas que se comen o beben para crecer y vivir– nos proveen de nutrientes, sustancias necesarias para vivir en salud.
Nutrir deriva de nutrire: alimentar, amamantar. Cuando nos nutrimos, revitalizamos cada célula de nuestro organismo. Para absorber los nutrientes, los alimentos deben ser digeridos. Es la digestión –del latín digerer: dividir y distribuir– el proceso que se realiza en el aparato digestivo que convierte los alimentos en sustancias asimilables para el organismo. Los sentidos –vista, olfato, gusto, tacto, oído– son indispensables para una buena digestión, también la tranquilidad, la armonía consigo mismo y el entorno amigable.
Todo parece muy sencillo de cumplir, pero en estos tiempos en los que faltan nutrientes y sobran aditivos y agrotóxicos en los alimentos, y en los que la nutrición es pobre porque comemos muchos comestibles sin valor alimentario, los problemas de salud son una constante, más aún si tenemos mala digestión.
Los problemas más comunes relacionados con el digerir pueden ser acidez, gastritis, úlcera gastroduodenal, digestión lenta, dolor de cabeza, cólicos hepáticos, cálculos biliares, hígado graso, eructos, hinchazón de vientre, flatulencia, constipación, diarrea, colon irritable, hemorroides, intolerancia al gluten y enfermedad celíaca.
Es imprescindible, para vivir en salud, saber qué comemos. Para ello, una buena gimnasia es leer todos los ingredientes que figuran en los envases de lo que compramos y averiguar qué significan sus códigos. La Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (ANMAT) difundió un informe donde recuerda a la población “la importancia de leer en detalle los rótulos de los alimentos que consumen y conocer así los ingredientes y aditivos con los cuales han sido elaborados”, la misma define a los aditivos como “ingredientes agregados intencionalmente, sin el propósito de nutrir, con el objeto de modificar las características físicas, químicas, biológicas o sensoriales, durante el proceso de elaboración y/o envasado y/o acondicionado, almacenado, transporte o manipulación de un alimento”.
En general se utilizan los aditivos para hacer de lo que comamos sustancias más atractivas al sabor y a la vista, para que tengan más tiempo de conservación y que su elaboración resulte más económica. Son ejemplo de ello los antioxidantes, espesantes, colorantes, conservantes, etc. Aquí en Argentina existe el Código Alimentario Nacional y todos los aditivos usados deben figurar en esta normativa. Se inscriben con un número antecedido por la sigla INS, que significa Sistema Internacional de Numeración, nombre dado por la FAO –Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura– y la OMS –Organización Mundial de la Salud–.
Es recomendable elegir alimentos nutritivos, integrales, frescos, producidos en la zona, de cultivo orgánico, libre de pesticidas y agrotóxicos, y ya sabiendo que los aditivos no nutren, evitarlos. De ésta manera lograremos tener una alimentación saludable y con la ayuda maravillosa de las plantas podremos curar nuestros males.
Un té de cedrón luego de las comidas, será un aliado para evitar las digestiones pesadas. El cedrón –Alloysia triphylla– es un arbusto originario de Sudamérica que en nuestro país abunda principalmente en las provincias del noroeste. En patagonia podemos cultivarlo en lugares protegidos del frío intenso y de las heladas, también crece bien en invernaderos. Presenta tallo leñoso, pudiendo llegar a medir más de 2 metros. Se destaca por el aroma cítrico y dulzón de sus hojas, cuya forma es alargada y delgada. Sus flores, pequeñas y blancas se disponen formando una espiga terminal. La infusión de sus hojas se usa preferentemente para el tratamiento de todas las afecciones gastrointestinales: cólicos, diarrea, dispepsia, flatulencia, indigestión, náuseas, vómitos, etc. También se emplea como calmante del sistema nervioso y para favorecer un sueño relajado.
En todas las edades y para la mayoría de los problemas digestivos, alivio nos trae el beber té de manzanilla. Es una hierba oriunda de Europa y el norte de África. La que crece por nuestra zona da la impresión que no tuviese pétalos, su nombre científico es Matricaria matricarioides y podríamos decir que es hermana de la que crece en zonas más templadas como el norte de la provincia de Buenos Aires y centro y sur de las provincias de Santa Fe, Córdoba y Entre Ríos, cuyo nombre científico es Matricaria recutita. Es esta última la que se vende en los mercados en saquitos y suelta en las herboristerías, aunque podemos usar las flores de ambas. La manzanilla es antiespasmódica, estimulante de la mejor función hepática y de la vesícula biliar –colerética y colagoga–, carminativa (que ayuda a eliminar gases) y relajante del sistema nervioso, una sumatoria de virtudes que favorecen la sana digestión.
La melisa –Melissa officinalis– es una gran amiga para ayudarnos a mejorar la digestión estimulando el buen funcionamiento de nuestro hígado, aliviando los dolores cólicos y favoreciendo la eliminación de gases. Es aconsejable en casos de gastritis, ayuda a regular el nivel de azúcar en las personas con diabetes y calma náuseas y vómitos en los primeros meses de embarazo. Para todas estas situaciones es aconsejable beber durante el día 2 a 3 tazas de su infusión, la que prepararemos vertiendo agua hirviendo sobre un puñadito de melisa fresca, tapando, dejando reposar y colando antes de servir.
Recomiendo plantar en el “jardín-botiquín” al pañil, especie nativa de la región andina de Chile, Perú y Argentina. Crece en patagonia en la zona cordillerana y húmeda de Neuquén, Río Negro y Chubut. Se la conoce también con el nombre de palguin, panil y matico chileno. Su nombre científico es Buddleja globosa. Es un arbusto siempreverde de hasta 3 metros de altura. Sus hojas son opuestas, ovalado-lanceoladas, verdes y rugosas en la cara superior y grisáceas y afelpadas en la inferior. Presenta llamativas flores que se agrupan en cabezuelas esféricas, amarillo-anaranjadas, reunidas en racimos terminales. Es de crecimiento rápido, puede reproducirse por semillas o esquejes. Prefiere suelos húmedos. Es importante su cultivo en jardines, porque además de sanar gastritis, úlceras digestivas, diarreas, colitis ulcerosa y digestiones pesadas bebiendo el té de sus hojas, sus flores atraen a un polinizador natural en peligro de extinción: el abejorro nativo –Bombus dahlbomii– conocido como mangangá.
Las plantas, siempre nos sanan.
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