Los seres humanos relacionamos la palabra hogar con un lugar seguro, confiable, donde nada malo nos debería pasar. Pero muchas veces este exceso de confianza genera situaciones riesgosas para nuestra salud.
En el día a día de la rutina hogareña, por desconocimiento o por costumbre, realizamos actividades muy riesgosas, desde el momento que encendemos la salamandra para calefaccionarnos, o la hornalla de la cocina para calentar agua, hasta el momento de irnos a descansar, podemos generar condiciones peligrosas que pueden acarrear muchos problemas. Incluso manipulamos herramientas y tóxicos como se nos enseñó o vimos hacer de pequeños, ignorando el peligro que conlleva la manipulación incorrecta de los mismos.
En general el riesgo más común al que estamos atentos es a no dejar cosas sobre el calefactor o sobre una fuente de calor por miedo a un incendio, pero esa atención focalizada nos distrae de otros factores a los que estamos más expuestos. En este sentido se identifican como grandes riesgos hogareños el monóxido de carbono, la manipulación de tóxicos, las instalaciones eléctricas precarias, las caídas y golpes, los cortes, las intoxicaciones alimenticias o con tóxicos y las asfixias entre otros. Pero en esta ocasión desrrollaremos el peligro que conlleva el monóxido de carbono y la manipulación de tóxicos.
Algo lamentablemente habitual en nuestra región, en la época invernal o en días de bajas temperaturas, son los casos de personas intoxicadas con monóxido de carbono, algunas de las cuales incluso llegan a perder la vida. Muchas veces esto ocurre por falta de información o simplemente por pensar “esto no me va a pasar a mi”. Sin embargo todos estamos expuestos y para prevenirnos es necesario que nos preguntemos de dónde viene el monóxido de carbono y cómo podemos evitar intoxicarnos con él, ya que la prevención se logra informándonos y distribuiyendo esa información.
El monóxido de carbono es un gas tóxico que se produce por la combustión incompleta de los artefactos –a causa de una mala instalación o una instalación clandestina sin verificar–, por el mal estado de los artefactos y por la insuficiente ventilación y renovación de aire de los ambientes. Los motivos por los cuales se produce este enemigo invisible y silencioso parecerían ser muchos, pero en realidad no lo son e incluso son muy fáciles de controlar.
El principal error es no saber identificar cuando un artefacto a gas tiene combustión incompleta o como suele decirse: “está quemando mal”. Identificar esto es más fácil de lo que parece, simplemente hay que ver de qué color es la llama sabiendo que la llama de color azul está BIEN y la llama de color amarillo y/o naranja está MAL.
De modo que si ven la llama de su cocina o de alguno de sus artefactos a gas de color amarilo y/o naranja de forma urgente tienen que apagar ese artefacto, ventilar el ambiente y llamar a un gasista matriculado para que evalúe el problema. Muchas veces esto pasa simplemente por falta de mantenimiento y/o de una limpieza interna correcta, así es que un especialista puede resolver el inconveniente en poco tiempo.
Además de las hornallas de un anafe o de una cocina también pueden generar monóxido de carbono las estufas, calefones, termotanques y calderas a gas y las salamandras y estufas en las que se queman madera, pellets y otros derivados. Otra pauta de alarma son las apariciones de manchas negras sobre los artefactos o alrededor de sus conductos de ventilación. ¡Ojo! Esto también puede estar indicando la generación de monóxido de carbono y un mal funcionamiento de los mismos.
Algo fundamental para evitar intoxicaciones con monóxido de carbono es la ventilación en todos los ambientes, porque permite la renovación del aire y mejora la calidad del mismo. Las instalaciones correctas, hechas por profesionales, contemplan esto colocando rejillas de ventilación en los ambientes de alto consumo de oxígeno, estas rejillas son cuadradas, de color blanco y su medida varia según la potencia del artefacto instalado, por eso deben ser indicadas e instaladas por un gasista matriculado. ¡Atención! Las rejillas de ventilación nunca se deben obstruir o tapar ya que hacerlo es básicamente poner en riesgo la vida.
Al momento de renovar los artefactos o realizar una instalación nueva es importante tener muy presente qué tipo de artefactos se pueden instalar y cuales no. En la actualidad diferentes locales de electrodomésticos y/o supermercados ofrecen a la venta calefactores sin salida al exterior, los cuales –a simple vista y sin tener conocimiento sobre el tema– parecen una opción más económica que además no implica tener que agujerear la pared para la ventilación externa.
Sin embargo toda combustión para producirse necesita oxígeno: los calefactores con salida al exterior utilizan el aire externo para su combustión mientras que los calefactores sin salida utilizan el aire del ambiente en donde se encuentran. Por este motivo es importante tener en cuenta que estos calefactores –sin salida al exterior– están prohibidos para ser utilizados en dormitorios y baños, y si los instalamos es primordial ventilar los lugares donde estén renovando el aire varias veces al día y APAGARLOS cuando nos vamos a dormir.
El monóxido de carbono no tiene color ni sabor y no irrita los ojos ni la nariz, por eso es altamente peligroso. Su inhalación puede causar lesiones irreversibles al sistema nervioso central e incluso la muerte por envenenamiento. Este gas ingresa al organismo a través de los pulmones, se combina con la hemoglobina de la sangre y reduce su capacidad de transportar oxígeno a las células, provocando la hipoxia de los tejidos y –de acuerdo al tiempo que estemos expuestos– puede afectar al cerebro y al corazón.
Es común que los síntomas de una intoxicación por inhalación de monóxido de carbono se confundan con los de la gripe o los de una intoxicación alimentaria. Una intoxicación leve con este gas se manifiesta con debilidad, cansancio y tendencia al sueño, dolor de cabeza, náuseas y vómitos, dolor de pecho y aceleración del pulso en la primera fase. Por su parte una intoxicación grave puede producir temperatura corporal baja, inconsciencia, respiración irregular, convulsiones, pulso lento y/o irregular, tensión arterial baja y hasta paro cardiorespiratorio.
Recuerden siempre las siguientes recomendaciones para evitar intoxicaciones con este enemigo invisible y silencioso: ventilar la casa una vez por día aunque haga frío; dejar siempre una puerta o una ventana entreabierta; comprobar que los ambientes tengan ventilación hacia el exterior; si hay brasas o una llama de cualquier tipo apagarlas antes de dormir; no arrojar al fuego encendido dentro de la casa, plástico, goma o metales porque desprenden vapores y gases que contaminan el aire; evitar mantener recipientes con agua sobre la estufa y no usar el horno ni las hornallas de la cocina para calefaccionar el ambiente.
Otro factor de riesgo es la manipulación de tóxicos. Tanto el detergente que utilizamos para lavar los platos, como la lavandina que usamos para desinfectar superficies y el jabón en polvo para lavarropas integran –junto a otros productos– el grupo de agentes limpiadores tóxicos y potencialmente mortales cuando son utilizados de forma incorrecta. La mayoría de las personas tuvimos nuestro primer contacto con las tareas de limpieza en nuestras propias casas desde chicos, de modo que existen muchas costumbres y trucos de limpieza que han pasado de generación en generación.
Un caso habitual de intoxicación es producido por utiizar la mezcla de detergente y lavandina, considerada popularnte como mágica y superpoderosa para limpiar y desinfectar. ¿Quién de nosotros no la ha probado o ha sentido el fuerte olor que esta mezcla genera? Precisamente por su olor –y por la espuma efervescente que resulta de la convinación– es que existe el mito de su eficacia, pero es oportuno aclarar que esta mezcla de ninguna manera desinfecta y, además, genera vapores que al ingresar a las vías respiratorias y tomar contacto con la piel y los ojos producen graves consecuencias.
La lavandina es una solución acuosa de hipoclorito de sodio, químico presente en blanqueadores, purificadores de agua y productos de limpieza que se presenta en concentraciones comerciales controladas. Se debe tener en cuenta que la lavandina actúa como oxidante de la materia orgánica y el detergente está hecho de materia orgánica, entonces, cuando mezclamos ambas cosas la lavandina actúa sobre el detergente y no sobre la superficie que queremos desinfectar, por el contrario, al convinarlos perdemos el efecto de desinfección de la lavandina.
En realidad el detergente es sumamente útil para limpiar, mientras que la lavandina es útil para desinfectar, por eso para higienizar de forma efectiva y sin riesgos primero debemos limpiar con detergente –realizando los enjuagues necesarios– y luego desinfectar con lavandina para inactivar los microorganismos que generan enfermedades.
Siempre debemos desinfectar superficies limpias para lograr el efecto deseado. Y para proteger la piel de nuestras manos, muñecas y antebrazos es importante usar guantes de nitrilo y barbijo para evitar inhalar los vapores tóxicos propios de cada producto.
Por último les recomiendo que eviten dejar mal colocadas las tapas de los envases de productos de limpieza, nunca traspasarlos a botellas de plástico no aptas y sin una rotulación adecuada y por supuesto mantener los productos de limpieza lejos de los alimentos y los utensilios de cocina.
* Marcos Luis Ariel Conde es Coordinador académico de la Tecnicatura Superior en Seguridad e Higiene ISSAG – ATSA.
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