A la vera del fogón: Grupo Osiris, miradas al cielo

Este grupo astronómico –que incluye a docentes y estudiantes– promueve la contemplación del cielo patagónico para disfrutar la magia de un manto de estrellas, de un eclipse solar o el descubrimiento de una constelación.

¿Cómo nació y qué actividades desarrolla este grupo astronómico?

En el año 2005 hubo un concurso del Ministerio de Educación de la Nación, que incentivaba proyectos que trabajaran en la escuela media. Entonces desde el Instituto de Formación Docente de El Bolsón se nos ocurrió armar un proyecto para que la astronomía ingrese a las comunidades educativas. Con ese objetivo nació este proyecto cuya propuesta central era que exista un grupo multiplicador, integrado por estudiantes de nivel medio –coordinados por docentes– que en sus escuelas motiven a sus compañeros a interesarse en la temática y sean referentes de su localidad.

Con el grupo nos juntamos todos los viernes desde el año 2005, al principio éramos diez integrantes y nos reuníamos en una escuela media, en un espacio físico muy reducido. Pero eso fue hace ya 18 años y en todo este tiempo, aunque no tenemos una personería jurídica propia, hemos conseguido subsidios importantes a través del Instituto de Perfeccionamiento Docente y la Universidad de Río Negro. En un momento el Ministerio de Educación de Río Negro nos apoyaba, ya que algunos docentes teníamos destinadas algunas horas a estas actividades, pero eso lamentablemente se descontinuó.

Actualmente entre el grupo de voluntarios y los coordinadores –que son casi todos docentes con trayectoria en Osiris– somos unas 40 personas.

Nos bautizamos con este nombre porque cuando se creó el grupo éramos un espacio nuevo y nos encontrábamos lejos de los centros más conocidos de la astronomía, como La Plata, Buenos Aires, Córdoba o San Juan. Al formar algo en un lugar tan distante nos identificamos con Osiris, este exoplaneta o planeta extrasolar que gira alrededor de otra estrella que no es el sol. Por eso nuestro slogan es: “Mirando desde otra órbita”.

Como proyecto de Extensión este proyecto tiene el nombre de “Miradas al cielo” y se replica desde el 2014 en Bariloche. Este y otros proyectos son parte de Osiris, desde donde además realizamos observaciones públicas, Encuentros de Jóvenes Astrónomos, capacitaciones en didáctica de la astronomía para docentes, etc. Si bien ya trabajábamos astronomía por inquietud propia la materia no estaba reflejada en lo curricular y mucho menos ligada con la observación del cielo, algo que casi no se enseña en ningún lado: qué planetas se pueden ver, cómo se van moviendo, cómo se desplaza el sol a lo largo del año, las diversas fases de la luna, todas cuestiones que nosotros desarrollamos desde el proyecto de investigación y al mismo tiempo damos en clase.

Por ejemplo, en el eclipse de sol del mes de mayo transmitimos en vivo desde un canal de YouTube que armamos. Los propios alumnos adolescentes hicieron la transmisión, armaron el equipo, pusieron los celulares y el telescopio y proyectaron la luna y su eclipse.

Pasaron montones de chicos por este espacio durante estos 18 años.

¿Creen que hay suficiente contenido de astronomía en las instituciones educativas?

Nunca son suficientes los contenidos de astronomía que se dan dentro de los colegios. Incluso en muchos establecimientos educativos directamente no tienen ningún contenido. Al menos se debería dar un pantallazo, para que los interesados busquen más información y puedan adentrarse en este mundo que resulta tan interesante, en el cual podés cultivar la matemática, la física o simplemente contemplar el cielo. En lo personal lo que más me seduce es encontrar la forma de ver cómo se mueven los planetas, los comportamientos de la luna y cómo afecta a las mareas, la rotación de los astros, etc. Es mirar algo que no está pasando en este momento, sino que sucedió hace ya muchos años, dependiendo de la distancia a la que lo veamos.

Yo iba a una escuela en El Bolsón y Osiris hacía talleres en esa escuela. Recuerdo el día que usamos un telescopio solar, desde entonces me comenzaron a gustar todas sus actividades y quise participar activamente en este espacio donde aprendemos astronomía, pero no estamos sentados todo el rato escribiendo lo que nos van dictando, sino que aprendemos de esta ciencia mediante juegos, haciendo actividades, usando telescopios. Así es como al poco tiempo comencé a dar clases y talleres a chicos más pequeños.

Por otro lado, tuve la suerte de participar de dos Encuentros de Jóvenes Astrónomos en Jacobacci y El Bolsón y en otras actividades que hicimos durante diferentes eclipses. Si bien presenciamos fenómenos astronómicos creo que lo más rico siempre es estar con diferentes personas a las que les interesa la astronomía, estar tirados en el pasto viendo las estrellas e intercambiando saberes resulta algo imborrable. El momento que hasta ahora más atesoro sucedió en San Juan cuando de repente, con el eclipse total, se hizo completamente de noche y bajó mucho la temperatura. También el encuentro de Sarmiento, durante un eclipse anular en el que pudimos ver una franja de sol alrededor de la luna, fue impresionante ver cómo quedaba conformado ese anillo de luz.

Si tuviera que definir a Osiris diría que es un lugar de encuentro donde podemos aprender astronomía de una forma accesible y entretenida. Es por eso que me gustaría continuar, aunque ya estoy en quinto año pretendo seguir ligado a la astronomía y a las actividades que genera y planifica este grupo durante el año: diferentes observaciones de cielo, cursos de capacitación, la semana de la Astronomía, charlas en escuelas o abiertas a la comunidad y el viaje a Santa Cruz con jóvenes astrónomos planificado para noviembre. Realmente quisiera ir a más encuentros, conocer nuevas personas, aprender más cosas relativas a esta materia y aportar para llevar la astronomía a lugares que no tienen la posibilidad de formar parte de un grupo como Osiris. (Manu)

¿Por qué creen que hay que hacer una promoción de la cultura científica en astronomía?

Estamos en una época donde la información nos atraviesa permanentemente y mucha de esa información no pasa por el filtro de la perspectiva científica, entonces se toman como verdades cosas que no lo son. Con respecto a la astronomía sucede lo mismo, hay que empezar a fomentar y validar conocimientos basados en principios científicos.

Por otro lado está la magia de maravillarnos mirando el cielo, por ejemplo, durante los eclipses totales en los cuales a pesar de saber qué, cómo y dónde va a suceder el fenómeno, te asombrás absolutamente como si no supieras nada. Por eso insistimos con mirar el cielo, reconocer constelaciones, encontrar las cosas que vieron nuestros antepasados a través de los siglos, analizar los movimientos del sol y su relación con las estaciones, etc. Prácticas que tienden a promover saberes validados desde un punto de vista científico, pero siendo conscientes que en el ámbito de las ciencias no deben establecerse verdades absolutas, sino que los saberes se van construyendo y eso tiene su magia.

A la hora de observar el cielo hay una diferencia grande entre hacerlo desde una gran ciudad como Buenos Aires o desde un lugar descampado y alejado del exceso de luz artificial. En las grandes ciudades se ven muy pocas estrellas, hay que ir a zonas no tan urbanas para poder observar mejor las cuestiones vinculadas con el cielo. Generalmente en las grandes ciudades uno se relaciona más con las noticias del cielo que con la observación directa y, muy habitualmente, esa información está mediada por gente que no sabe mucho del cielo, sino que repite lo que dicen sus fuentes.

Entonces sucede que se repiten como verdades informaciones que no son correctas, por ejemplo, que el sol sale todos los días por el este cuando eso ocurre solamente dos días al año; o que la luna aparece todas las noches en el cielo cuando en realidad la noche es precisamente la ausencia del sol. Son saberes básicos que nunca se enseñaron o se vieron simplemente a partir de las teorías que priorizaban el movimiento de la tierra alrededor del sol. Creemos que sin dudas se puede hacer un montón de astronomía sin más ayuda que nuestros propios ojos y eso es lo que tratamos de inculcar: que comencemos a prestar atención a lo que sucede alrededor para poder ver y ser críticos frente a las noticias que aparecen en los medios de comunicación.

En 2008 adquirieron un planetario móvil. ¿En qué consiste la propuesta?

A partir de un financiamiento privado adquirimos un planetario móvil que es mecánico: algo básico y rudimentario pero que nos sirve para reemplazar lo que son las observaciones del cielo. Cuando uno ingresa dentro de la globa de este planetario, que es una especie de carpa que se infla, vivencia a través de una proyección y un guión lo que puede ocurrir en una noche determinada del año, divisa las constelaciones y escucha historias galácticas al respecto. Es un espacio cálido que no depende del factor climático para funcionar, ya que la contemplación a cielo abierto muchas veces se dificulta y se pospone por las variables hostiles que presenta el clima patagónico.

Hasta 2019 desfilaron por el planetario móvil infinidad de escuelas, de cada función podían participar alrededor de 50 personas, pero a principios del 2020, a raíz de la pandemia, hubo que suspender estas funciones por razones de distanciamiento social. Actualmente al planetario no lo manejamos nosotros como grupo, sino que está a cargo de docentes que se ocupan de toda la logística que implica cada función. A pesar de la imposibilidad de seguir con las presentaciones del planetario móvil, durante la pandemia las familias nos agradecieron muchísimo las actividades virtuales que pudimos sostener en forma semanal, poniéndole mucha onda, creatividad y esfuerzo mientras las instituciones educativas todavía permanecían cerradas por la emergencia sanitaria.

¿Qué hitos o momentos fundantes identifican?

Algo significativo es que muchos de los docentes que ya no percibimos un pago por esta actividad seguimos conectados con el proyecto y con el grupo y siempre tratamos de colaborar en lo que podemos: pidiéndonos licencia para participar en los viajes, acompañando a nuestros estudiantes en las actividades, participando de las charlas, etc. Porque varios de nosotros ingresamos al grupo con horas otorgadas por parte del Ministerio de Educación, algo que lamentablemente se discontinuó, y sin embargo seguimos a pesar de no cobrar por este trabajo. Eso es algo fundante, porque si bien hay renovación, tanto de chicos como de docentes, siempre mantuvimos una pertenencia, por eso una de nuestras docentes dice con razón que “Una vez que sos Osiris siempre serás Osiris”.

Por otro lado, entendemos que cada viaje resulta un hito en sí mismo y el hecho de habernos convertido en cazadores de eclipses también resulta ser algo significativo. Son un montón de mojones en el camino que van sumando a la historia. Otro hito para nuestra organización es el hecho de que –por lo menos en El Bolsón y Bariloche– Osiris y el proyecto “Miradas al cielo” se hayan convertido en una referencia en las comunidades en términos astronómicos: nos llaman de los medios, las escuelas nos conocen cada vez más y nos proponen actividades, los vecinos nos plantean inquietudes y somos habitualmente convocados para participar en los eventos astronómicos.

Pero sin dudas los hitos principales fueron en primer lugar la creación de este espacio y en segundo lugar la decisión en el año 2007 de seguir adelante con el proyecto cuando se terminó el financiamiento. Fue algo muy interesante porque fueron los chicos quienes sostuvieron enfáticamente que había que continuar funcionando más allá del exiguo presupuesto.

Adquirir al año siguiente el planetario fue la concreción de otro hecho fundante, porque nos permitió equiparnos con algo duradero y muy didáctico. También en 2009 cuando comenzamos con los Encuentros de Jóvenes Astrónomos, algo que continuamos haciendo y que reunió en el 2015, en Las Grutas, a más de 400 chicos de diversas latitudes para compartir varias jornadas llenas de actividades y presentaciones.

¿En qué consisten esos Encuentros de Jóvenes Astrónomos?

Son momentos muy intensos que se viven desde el inicio hasta el final de los viajes, no solo en los encuentros en sí. Siempre es emocionante ver de qué manera los jóvenes se van integrando dentro del grupo asumiendo roles y protagonismo. Hubo casos de chicos y chicas que no hablaban o se comunicaban muy poco con sus pares, y el viaje resultó como una bisagra, un cambio rotundo que los llevó en poco tiempo a coordinar talleres dirigidos a personas más grandes, pasaron de entrar nerviosos a un aula ajena y desconocida a ponerse las actividades al hombro de tal manera que ya no se podía diferenciar quienes eran los alumnos y quienes los docentes. Esas son cosas que pasan y que nos resultan más que significativas en relación a estas actividades.

En esos espacios también solemos hacer un taller donde les proponemos a los chicos de primer y segundo grado inventar su propia constelación en un mapa del cielo que les proveemos. También les mostramos las constelaciones que se ven realmente en la región: Orión, Escorpio, Cruz del Sur, Triángulo Austral, La Mosca, etc. Esta actividad nos da pie para describir y caracterizar cada una de ellas. Otro taller que realizamos es el de “Supervivencia en la luna” en el que proponemos vivenciar las sensaciones que atraviesa un astronauta y las condiciones que se viven en situaciones límite.

Algunos de nosotros tenemos experiencia en educación no formal y lo que buscamos es que las chicas y los chicos puedan proyectar estos conocimientos a cualquier ámbito de su vida, por eso les proponemos continuamente que cuando saben algo no deben jactarse de ese conocimiento, sino que tienen que transmitirlo, ese es el desafío. En este sentido nuestra metodología y procedimientos pedagógicos fluyen muy bien, porque hacemos que tomen conciencia que el conocimiento que tienen no es para guardárselo sino para enseñárselo a quienes van siendo nuevos en este grupo que procura ser horizontal.

También nos resulta muy emotivo cuando los chicos y las chicas, después de egresar y de irse a estudiar a algún lado, cuando regresan se acercan y socializan en qué están trabajando o qué están estudiando, muchas veces en relación a la astronomía. Esos encuentros hacen que cobremos dimensión del granito de arena que aportamos desde nuestro rol docente y nos fortalecen para seguir en este camino.

¿Qué características particulares tienen los cielos de la Patagonia?

La primera vez que pude ver un cielo tan estrellado fue aquí en El Bolsón cuando vine de mochilero. Recuerdo que directamente me golpeó en la retina la cantidad de estrellas que se veían y las cosas que podía distinguir en forma directa a ojo desnudo. Si bien no era mi único interés cuando comencé a estudiar Física siempre me llamó la atención la astronomía, así que cuando vinimos a residir a la comarca con mi familia comencé a dudar de todo lo que sabía y a reconstruirme de vuelta. (Leonardo)

Siempre me gustó leer sobre astronomía y desde mis 12 años, que vi por primera vez el programa televisivo Cosmos, me convertí en un fanático del tema. Creo que en definitiva eso me empujó a estudiar más tarde Física. Cuando vine a vivir a Bariloche sabía muchas cuestiones teóricas acerca del cielo, pero nunca me había puesto a mirar, no reconocía constelaciones o no podía prever las diferentes fases lunares, cuestiones que podían chequearse a simple vista. Incluso habiéndome venido a vivir a Bariloche tampoco tuve esta conexión hasta que comencé a participar de Osiris. Si bien el cielo de Bariloche es mejor para su apreciación que el de Buenos Aires, en el sentido de que hay mucha menos contaminación lumínica, también hay que alejarse un poco de la ciudad hacia la montaña o la estepa para lograr una mejor contemplación. (Marcelo)

Creo que todos éramos un poco astrónomos teóricos antes de conocernos e integrar Osiris. En lo personal tengo un recuerdo muy vivido de mis 15 años, habíamos ido a un campamento a un campo en Uruguay y yo me alejé del grupo y me puse a contemplar el cielo: cuando vi la cantidad de estrellas que había directamente no lo podía creer. Recuerdo que se me puso la piel de gallina y tuve por primera vez la sensación y la conciencia de ser minúsculo ante la magnitud de un espacio que nos recuerda con su inmensidad que no somos el centro del universo. A partir de esa sensación me comprometí a estudiar aquello que me había impactado tanto y de lo cual no sabía prácticamente nada. Así comencé a preocuparme más por comprender el cielo a simple vista. A partir de entonces en Buenos Aires me subía a la terraza y con el telescopio que había comprado la escuela miraba cosas que para mí eran totalmente nuevas. Cuando me mudé a El Bolsón descubrí que aquí sí podía ver el cielo de verdad, hacerme preguntas a partir de la observación directa y buscar mis respuestas solamente mirando el cielo del cuál aprendí y aprendo muchísimo. Por eso desde el proyecto “Miradas al cielo” buscamos que, a partir de mirar qué pasa allá arriba, germinen los interrogantes y busquemos información al respecto para volver a mirar con herramientas nuevas. (Diego)

Contacto: http://miradasalcielo.com.ar