Árboles: imprescindibles para la vida

Hace miles de millones de años la Vida en la Tierra comenzó en el Agua y cuando los seres unicelulares fueron diferenciándose crecieron las plantas: las primeras en nacer fueron las Algas.

Cuenta la historia que hace miles de millones de años la vida en nuestro planeta comenzó en el agua. Así fue como seres unicelulares fueron diferenciándose, entonces crecieron las plantas –las primeras fueron las algas– y también los primeros animales. Las plantas se expandieron, salieron del agua, tuvieron transformaciones y así aparecieron los árboles hace aproximadamente 380 millones de años, creando un mundo nuevo, siendo desde entonces imprescindibles para la Vida en esta gran casa Gaia. El reino vegetal es la base fundamental de la vida sobre la Tierra. Quienes lo conforman generan su propio alimento mediante la fotosíntesis, tomando la luz del sol, con la cual aprovechan las sales minerales presentes en el suelo gracias al agua. También necesitan respirar, para lo cual absorben dióxido de carbono y liberan oxígeno, por eso son pilares fundamentales a la hora de frenar el efecto invernadero. Además ayudan a prevenir la erosión del suelo, ya que en zonas donde hay laderas o pendientes y se produce un lento corrimiento y desgaste de la tierra, con sus raíces ellos contribuyen a mantener el suelo en su lugar, preservando la humedad, generando y protegiendo el diverso ecosistema subterráneo. Son hogar, refugio y fuente de alimentos y medicina para una gran variedad de animales y para nosotros, los humanos. Cocinamos y nos calefaccionamos con su leña. A su madera la transformamos en papel, utensilios de cocina, muebles, adornos, casas, puentes.

Los árboles son los seres vivos que más años pueden vivir, pero el egoísmo y la ambición desmedida de ciertos hombres, agrupados en grandes empresas, han provocado que las áreas boscosas de la tierra se estén agotando cada vez más rápidamente. La deforestación y los efectos del cambio climático han extinguido cientos de kilómetros de selvas, bosques, montes, llevando a la degradación del medio ambiente y a la extinción de muchas especies. En contraposición al modelo extractivo, existimos muchas personas como vos y como yo, que apostamos al vivir en armonía con los demás seres vivos y con nosotros mismos, haciendo uso cuidadoso y amoroso de una planta, de un árbol, en caso de ser necesario, apostando a un mundo más saludable, con aire limpio, agua pura y respeto a todas las formas de Vida en la Tierra.

Viven los sauces en las riberas de ríos y arroyos. Su nombre proviene del latín Salix –cerca del agua– en alusión al lugar donde suelen crecer. Pertenecen a la familia botánica de las Salicáceas, que comprende unas 400 especies de árboles y arbustos, en su mayoría originarias de las regiones templadas de Europa y Asia. El Sauce Negro, también conocido como Sauce Amargo o Chileno, Treique –en patagonia– , Sauce Criollo y Sauce Colorado en el centro y norte de Argentina y en Uruguay y Huayaco en la zona del Perú, es la única especie nativa de Sudamérica y se distribuye desde México hasta el sur de Chubut. Su nombre científico es Salix humboldtiana.

El Sauce Amargo es un árbol de tronco grueso de unos 5 a 12 metros de altura pero que puede llegar a medir hasta 25 metros. Su copa es cónica o ligeramente triangular. En las zonas frías con duras temporadas de invierno pierden todo su follaje. En cambio en las regiones tropicales conservan sus hojas todo el tiempo. Su tronco es recto y su corteza gruesa de tono pardo-grisácea o pardo-rojiza. Las ramas son abiertas, no péndulas como en el sauce llorón. Sus hojas alternas, simples, angostas, lanceoladas, con borde aserrado de color verde claro, miden aproximadamente 15 cm. de largo. Sus flores masculinas se disponen en ramitas terminales como racimos o espigas péndulas y son de color verde amarillento. Las femeninas son verdes y algo más pequeñas. Sus semillas presentan una mechita de pelos que permiten que el viento las disperse. Así llegan a colonizar áreas con poca vegetación, formando sauzales. Hay otras especies de sauces exóticos que fueron introducidos en el país, como el Sauce Llorón –Salix babylonica– y el Sauce Blanco –Salix alba–. En la naturaleza el Sauce Criollo puede cruzarse con el Sauce Llorón produciendo híbridos.

Desde siempre, los diferentes pueblos del mundo, necesitaron del sauce para recobrar la salud. En un papiro egipcio del año 1500 antes de Cristo –conocido como Papiro de Smith– se menciona la corteza del Tyeret o Sauce Blanco que crecía silvestre en los humedales del Nilo. Y también en el famoso Papiro de Ebers se contempla su uso. En la antigua China era conocida la madera de sauce para tratar a los enfermos reumáticos. La observación de que dicho árbol habitaba en las zonas húmedas, con las raíces encharcadas y aún así fuerte y vigoroso, pudo ser el origen de que a lo largo de los años, se relacionaran sus propiedades curativas con las enfermedades producidas por humedad en los pies.

El libro de Dioscórides –“De Materia Médica”– describe el uso de las hojas, corteza, flores y semillas del sauce para diversos estados de dolor. En la Edad Media se popularizó como antifebril y para aliviar dolores diversos. En 1829, el químico francés H. Leroux obtiene la salicilina de la corteza del sauce. Otros investigadores años más tarde tratan de mejorar la aceptación del componente extraído de la corteza del sauce, así van pasando los años hasta que el químico Eichengrün logra descubrir la aspirina, patentada y presentada como invención propia por Bayer años más tarde.

Las bondades del sauce son muchas y todas las variedades de sauce pueden ayudarnos. Para no lastimar al árbol, te sugiero que cortes ramas delgadas y si todavía tienen hojas verdes, recógelas también. Las hojas se secan a la sombra y las ramas cerca de una fuente de calor o al sol. Ya completo el tiempo de secado, se embolsa en papel madera. Ponele nombre y fecha: durará un año. Una decocción de sus ramas hervidas a razón de 2 cucharadas soperas por litro de agua durante 5 minutos es recomendable para aliviar inflamaciones articulares, y beberla ayuda a transitar situaciones de agotamiento, dolores diversos y estados gripales. También para lavar heridas y llagas de la piel. Algo muy bueno es que no irrita al estómago. Con sus hojas se puede hacer infusión, agregándoles agua hirviendo, a razón de una taza por puñadito de ellas. Y en la primavera podrás recoger sus flores, tienen efecto sedante y nos ayudan a dormir mejor. Sanándonos con las plantas, podemos entablar una relación amistosa con ellas. Sanándonos con las plantas decidimos no apoyar a las multinacionales productoras de medicamentos sintéticos que, justamente, están generando enfermedad en el mundo. Sanándonos con las plantas, y cuidándolas, apostamos a la Vida.