El rey francés de la Araucanía y la Patagonia (primera parte)

Entre 1858 y 1878 Orellie Antoine Tounens, un francés de 33 años, se internó en tierras mapuche con el propósito de formar una monarquía independiente y erigirse en Rey de la Araucanía y la Patagonia.

Introducción

“Orellie Antoine 1º, por la gracia de Dios y la voluntad de los indígenas del extremo sur del continente americano, Rey de la Araucanía a todos, presentes y por venir, ¡salud!” (1)

En la segunda mitad del siglo XIX –entre 1858 y 1878– Orellie Antoine Tounens, un francés de 33 años, con el apoyo de algunos compatriotas que habitaban en el sur de Chile y de numerosas comunidades indígenas al sur del río Biobío y el río Colorado, se internó en tierras indígenas con el propósito de formar una monarquía independiente y erigirse en Rey de la Araucanía y la Patagonia.

La aventura de Tounens no constituía un hecho aislado en la historia de Francia y el continente americano, sino que formaba parte de una política exterior agresiva, que intentaba recuperar para Francia el prestigio perdido a partir del tratado de Versalles de 1815. En este sentido a mediados del siglo XIX, el Segundo Imperio francés a mando de Napoleón III, había iniciado un proceso de expansión territorial que generó en el imaginario colectivo de la época una idea de grandeza sólo equiparable a lo que había sido el Primer Imperio Napoleónico. Inglaterra, España y Portugal ya habían consolidado sus posesiones coloniales y llegado su turno Francia se lanzó a la empresa con la convicción que la consolidación de un imperio colonial aliviaría las tensiones internas, al permitir desplazar a las colonias a los excluidos del sistema económico vigente. Con ese propósito Tounens pidió un empréstito al imperio para trasladar a su reino patagónico a comunistas, comuneros y comunalistas franceses, y así aliviar los conflictos sociales de su país.

Por aquellos años Francia estaba especialmente interesada por la zona del estrecho de Magallanes y las islas Malvinas, cuyo dominio le permitiría traficar mercaderías, controlar el comercio con España y, de darse las condiciones, tratar de tomar posesión del territorio en cuestión. Un libro publicado en 1835 por el capitán mercante Duhaut Ally –donde refería su viaje por aguas del estrecho en 1826– había determinado al gobierno francés a organizar en 1837 una expedición al estrecho, al mando del navegante Julio César Dumnot D´Urville, quien abordó la entrada oriental del mismo, permaneció unos meses en Puerto Hambre y luego de recorrer los mares antárticos retornó a Francia donde en 1840 presentó un proyecto para colonizar el extremo sur americano.

Fueron la resistencia de Juan Manuel de Rosas –en 1838 y 1848– y la férrea actitud de Chile de no permitir incursiones de potencias extranjeras en la porción austral del territorio, las que frenaron momentáneamente el avance expansionista francés. Simultáneamente otros navegantes y aventureros franceses también realizaban expediciones a la Patagonia austral, acrecentando para Francia los conocimientos sobre estos territorios y sus apetencias de dominio. Además, como en el siglo XIX el francés era la lengua madre de la época, iban siendo traducidos a ese idioma los testimonios de otras expediciones a la Patagonia realizadas por otros países. Y entre los numerosos interesados por estos emprendimientos figuraba el joven abogado y aventurero Orellie Antoine de Tounens.

Argentina y Chile

Desde que los españoles establecieron la Capitanía General de Chile en el siglo XVI, las comunidades indígenas del sur se resistieron férreamente a sus apetencias de dominio. Con la intención de establecer la paz en 1641 la corona española firmó el Tratado de Quillín, por el cual se definía al río Biobío como frontera entre la Capitanía y la nación indígena, frontera que fue ratificada en 1773 por el Tratado de Negrete. Estos acuerdos –según la interpretación de algunas naciones europeas– otorgaban a los indígenas autonomía suficiente para decidir su organización política. La situación cambió hacia la segunda mitad del siglo XIX, ya que el proceso de conformación de los Estados nacionales argentino y chileno implicó la ocupación efectiva por parte de los mismos de un espacio que –más allá de los acuerdos preexistentes– reconocían como propio.

En 1852, a través de la creación de la provincia de Arauco, la República de Chile anexó el territorio mapuche a su territorio. El “wallmapu” –como llamaban los mapuche a su territorio– se vio amenazado entonces por la llamada Guerra del Arauco. Paralelamente, de este lado de la cordillera de los Andes, la política de pactos consolidada durante la Confederación, empezó a desmoronarse tras la caída de Rosas en Caseros, dando lugar a un período en el que las hostilidades recíprocas, el malonaje y la desconfianza mutua constituyeron la cotidianeidad. Para las comunidades indígenas, frente al peligro inminente de una ofensiva de los estados nacionales contra su territorio, pensar en la protección de una potencia como Francia, no era una posibilidad ni extravagante ni ingenua.

Los cuatro intentos de Orellie Antoine Tounens de convertirse en Rey de la Patagonia

“Orellie es agente de Napoleón III para posesionarse de la Araucanía, y si el gobierno no toma medidas preventivas necesarias antes de seis meses la veremos poblada de franceses y entonces ¡ay de la nación chilena!” Periódico El Correo del Sur – 11 de enero de 1863

Orellie Antoine Tounens nació en una pequeña aldea francesa del distrito de Perigueux, posiblemente en 1825. Sexto hijo de una familia de escasos recursos económicos, ingresó muy joven a trabajar en un estudio jurídico y luego estudió abogacía. Poseedor de un espíritu emprendedor y aventurero, y ávido lector de la literatura de la época sobre la Patagonia, en 1858 decidió vender su estudio y viajar a Chile, estableciéndose durante dos años en Valparaíso.

Tounens estaba convencido de la posibilidad de evangelizar a los indígenas patagónicos y formar una autoridad suprema, que permitiera unir a las repúblicas sudamericanas en una confederación monárquico–constitucional. Su proyecto de lucha contra las autoridades republicanas chilenas logró el apoyo de muchos líderes indígenas y de muchos compatriotas de Orellie Antoine, tanto en Francia como en América. En aquel momento, más de 150.000 mapuche vivían al oeste de la cordillera de los Andes agrupados en diferentes unidades territoriales. Las parcialidades indígenas vieron en Tounens la posibilidad de defender sus dominios y de resistir al centralismo impuesto desde Santiago de Chile, por lo que muchos de ellos pusieron a disposición del galo sus lanzas, anhelando recuperar de este modo sus derechos soberanos.

En noviembre de 1860, luego de varias entrevistas con comunidades indígenas, Tounens dio por fundado el “Reino Monárquico Constitucional de la Araucanía” y tres días después anexó a la Patagonia a sus dominios, con derecho de herencia para él y su familia a perpetuidad. En el decreto de anexión sostenía que “considerando que los indígenas de la Patagonia, tienen los mismos derechos que sus hermanos los araucanos y han declarado solemnemente que quieren unirse a ellos: ordenamos y decretamos que la Patagonia queda unida desde hoy a nuestro Reino de Araucanía…” Inmediatamente dictó la Constitución del nuevo reino que tenía como bases: Un rey o una reina siguiendo el orden hereditario; sus ministros dependiendo solamente del rey; un consejo de Estado que trataría y presentaría los proyectos de leyes al cuerpo legislativo juntamente con los ministros que serían los portavoces del gobierno; un cuerpo legislativo nominado por el voto universal para discutir y votar las leyes.

La Constitución de Tounens garantizaba los derechos naturales y civiles: la libertad individual y la igualdad ante la ley, estableciendo que cada uno contribuiría a las cargas del Estado, según su fortuna y posibilidades. Si bien la forma de gobierno poseía un aparente sentido democrático, en su título tercero la carta magna marcaba los límites de esa democracia formal: el rey era el jefe de estado, comandante de las fuerzas de tierra y mar, tenía la facultad de declarar la guerra, hacer los tratados de paz, de alianza y de comercio, y nombraba a todos los empleados. La justicia se impartía en su nombre, sancionaba y promulgaba las leyes, presidía el Consejo del Reino y el Consejo del Estado, otorgaba títulos nobiliarios a voluntad, pero sin derechos de casta ni de privilegios. También se reservaba la prerrogativa de convocar, aplazar o disolver el cuerpo legislativo y declarar el estado de sitio ante el primer disturbio.

Una vez fundado el Reino Monárquico Constitucional de la Araucanía y la Patagonia y promulgada su Constitución, el rey Orellie Antoine I viajó a Valparaíso, donde dio a conocer su proyecto a la prensa chilena y europea. Muchos consideraron la fundación de este reino como un delirio, otros lo aceptaron y comenzaron a apoyar las acciones del nuevo rey. En general, los temores que produjeron las aventuras de Tounens, tanto en Argentina como en Chile y otros países europeos, no radicaron en su accionar individual, sino en la posibilidad de que Napoleón III apoyara su empresa, como había hecho con Maximiliano en México.

En los últimos meses de 1861, Orellie emprendió un viaje por distintas comunidades mapuche del sur de Chile para lograr adhesiones. En enero de 1862 realizó una reunión con los principales caciques entre los que se encontraba Namuncurá, quien luego de mostrar alguna reticencia finalmente aceptó al galo como “gran toqui”, ofreciendo sus hombres para un eventual enfrentamiento con el Estado chileno.

Alertado el gobierno de Chile de la magnitud que había tomado el proyecto del rey Orellie Antoine I, las autoridades chilenas lo tomaron prisionero para someterlo a juicio. Pero previamente al juicio fue encarcelado en la prisión de Los Ángeles, donde fue encerrado en una celda oscura, húmeda e insalubre, sin alimentos ni atención médica. Así lo afirma Tounens en su propio testimonio: “…mi salud no tardó en quebrantarse y una enfermedad de las más graves me tuvo clavado cinco meses en mi camastro. Permanecí mes y medio inconsciente preso de una fiebre que literalmente estuvo a punto de llevarme… Por fin la fiebre me dio una tregua… Estaba salvo. ¡Pero a qué precio! Me había quedado reducido, sino al estado de cadáver, al menos al estado de esqueleto.”

Desde prisión, el rey Antoine envió una nota a todos los Ministros Embajadores de los países extranjeros en Chile, en la que denunciaba el trato recibido y negaba las imputaciones en su contra: “Dan como motivo de mi detención el proyecto que yo hubiera concebido de provocar el levantamiento de los indios y desencadenarlos contra Chile. (…) Yo protesto ante Ustedes y ante el mundo entero, que jamás he pronunciado los discursos que se me atribuyen ni he provocado ningún levantamiento de armas contra Chile. (…) Chile nunca ha tenido derechos sobre estos dos países, ni por conquista ni por sumisión voluntaria; sus Leyes han sido siempre desconocidas, por lo cual yo no he podido violarlas ni directa ni indirectamente.”

En el juicio al que fue sometido, Tounens asumió su propia defensa, en la que reiteró su convicción acerca de que España había reconocido la independencia de la Araucanía en 1773 por el pacto de Negrete. Gracias a la mediación del cónsul francés la pena de muerte solicitada por el fiscal fue cambiada por un veredicto de insania, a pesar de que los médicos que lo revisaron informaron que gozaba de buena salud y perfecta razón. Tounens retornó a Francia en los primeros meses de 1862, donde fue recibido por muchos como un patriota. Escribió entonces un libro relatando sus aventuras en la Patagonia y al año se aprestó para volver. En su ausencia, los territorios del reino quedaron bajo el mando de uno de sus lugartenientes indígenas: el cacique Quilapán.

(1) Encabezado de la real cédula expedida por Orellie Antoine Tounens, por la que otorgaba títulos de nobleza a aquellos que colaboraran con su reino.

(continuará)

* Laura Méndez es docente e investigadora de la carrera de Historia de la Universidad Nacional del Comahue sede Bariloche.