Frutos secos, un tesoro saludable

Entrado el otoño la naturaleza ofrece alimentos para el tiempo del frío. Avellanas, nueces, castañas y almendras son gran fuentes de proteínas, grasas saludables, minerales, vitaminas, fibra y otras biosustancias.

 

Llamamos frutos secos a los frutos que están compuestos principalmente por grasas y son pobres en agua. Las grasas vegetales no tienen colesterol, las que componen estos frutos son esenciales para la vida y por eso se las llama ácidos grasos esenciales (AGE). Como el cuerpo no los fabrica –a excepción de las mujeres cuando producimos leche materna– deben ser aportados por la alimentación. Sus variadas funciones son elementales para el equilibro corporal ya que construyen las membranas celulares del cerebro y de los sistemas nervioso, inmunológico, circulatorio y hormonal. Se dividen en dos grandes familias denominadas Omega 3 y Omega 6. Los pertenecientes al grupo Omega 3 –constituidos por ácido linolénico– mejoran el sistema circulatorio, flexibilizan las arterias, reducen el nivel de colesterol y triglicéridos y protegen el cerebro previniendo enfermedades como trastorno bipolar, depresión y demencias. Además ayudan al normal desarrollo fetal y forman parte de la membrana –llamada mielina– que protege los “cablecitos” por donde viaja el impulso nervioso. Por su parte los pertenecientes a la familia Omega 6 –constituidos por ácido linoleico– regulan los procesos inflamatorios por lo cual son apropiados para el tratamiento de alergias, artritis, trastornos autoinmunes –como Sme de Sjogren y esclerosis múltiple– y para encauzar disfunciones hormonales en ambos sexos.

Otras buenas grasas que están en los frutos secos son los Fitoesteroles, sustancias que actúan modulando la absorción del colesterol de la dieta, ya que sus estructuras químicas son similares y de esta manera compiten por ser absorbidos en el intestino. Además tienen efectos anticancerígenos, antiinflamatorios, antiulcerosos, antioxidantes, bactericidas y antifúngicos. Pero atención: no aconsejo los lácteos enriquecidos con fitoesteroles, no es un alimento natural y por ende conlleva efectos adversos. Los frutos secos también aportan proteínas de alto valor biológico, se destacan por el aporte de vitaminas del grupo B y E y su fibra es importante para limpiar los intestinos, saciarnos y mantener un índice glucémico estable. Además nos aportan minerales como calcio, selenio, hierro, magnesio y cinc, sustancias inorgánicas que desempeñan un importante papel en nuestro organismo, no solamente en relación con el desarrollo y el mantenimiento del esqueleto, sino también con el adecuado funcionamiento del sistema nervioso, el buen estado del sistema cardiovascular, el control de la presión arterial, la dinámica del sistema músculo-esquelético y la inactivación de los radicales libres, entre muchas funciones.

Conozcamos ahora los árboles que nos ofrecen estos pequeños tesoros empezando por el originario de este suelo, el Avellano patagónico –Gevuina avellana– cuyo nombre originario en mapuzugun es gevuiñ o gneufén, un árbol siempreverde de copa globosa que mide entre 3 y hasta 20 metros de altura y su tronco alcanza un diámetro de unos 60 cm. Se destaca por su follaje verde brillante, así como por sus brotes nuevos de color rojizo. Sus bellas flores amarillentas se disponen en racimos. La maduración del fruto tarda alrededor de un año, pasando del color verde al rojo y finalmente a un breve pardo amarillento que señala la madurez. Posteriormente se torna negro en paralelo al proceso de apertura y caída del fruto que ocurre en el otoño. Por eso es común ver el árbol florido y a su vez avellanas en distinto proceso de maduración.

En forma natural vive en Argentina casi exclusivamente en una pequeña franja dentro del Parque Nacional lago Puelo y la margen noroeste del Lago Epuyén. Y en Chile desde la Provincia de Curicó hasta el archipiélago de las Guaitecas en la Provincia de Aysén. Crece en condiciones variadas de suelo y luz, no forma bosques puros y habita en los faldeos cordilleranos tanto de la costa como de los Andes. Se reproduce fácilmente por semillas y sus frutos –debido al gran contenido de ácidos grasos insaturados de cadena larga– son especialmente atractivos para uso cosmético por su rápida absorción y sus propiedades protectoras de rayos UV. Sus hojas se emplean para teñir lana de color café y es una especie muy cultivada en parques y calles del sur de Chile por el gran valor ornamental de sus hermosas hojas y flores y sus llamativos frutos.

El nogal es originario de Asia Menor y sudeste de Europa y su nombre científico es Juglans regia. Del nogal usamos sus hojas frescas o secadas a la sombra. Ricas en taninos, sustancias con poder astringente, son útiles para tratar diarreas y anginas. Contienen principio hipoglucemiante por lo que se indican para regular la diabetes y también tienen efecto antiparasitario, para estos beneficios debe beberse la infusión de sus hojas. Por sus propiedades antimicóticas en casos de cándidas en vagina y micosis de piel se aconsejan lavados en las zonas afectadas con el mismo té un poco más concentrado. Las cortezas verdes de las nueces maduras secadas al sol, hasta que tomen un color marrón oscuro, pueden utilizarse en decocción –un puñado grande en 1 litro de agua durante 10 minutos– para tratar problemas de piel como eccemas, impétigo, psoriasis y tiñas diversas. Enjuagando el cabello con dicho cocimiento se lo fortalece y ennegrece.

El castaño –Castanea sativa– proviene de zonas mediterráneas europeas. Es un árbol longevo que puede vivir más de 500 años. Su porte es majestuoso y su copa frondosa. Es pariente de nuestros coihues, ya que pertenecen a la familia de las “Fagáceas”. Las cortezas son pardo-rojizas y lisas en los ejemplares jóvenes, volviéndose pardo-grisáceas, gruesas y con surcos en los viejos. Sus hojas grandes y lanceoladas caen en otoño y sus frutos –las castañas– se desarrollan dentro de una cúpula repleta de espinillas en forma de erizo.

Por último, el almendro –Prunus amygdalus– tiene su origen en Asia Central. Es un pequeño árbol de hojas caducifolias cuyo tronco es liso y de color verde y marrón siendo joven, tornándose grisáceo, con grietas y escamas en la edad adulta. Su madera, muy apreciada en ebanistería, es dura y de un tono rojizo. Sus hojas son de un color verde oscuro, lanceoladas y de 7 a 12 cm. de longitud. Sus flores suelen ser de color blanco o rosado dependiendo de la especie y tienen de 3 a 5 cm. de diámetro. De sus flores nacen sus frutos de carne seca y carozo adentro, de color verde, de 3 a 6 cm. de longitud, que tardan 9 meses en madurar: las deliciosas almendras. El aceite de este fruto prensado en frío es maravilloso como tonificante y regenerador de la piel. Por su parte las hojas del almendro en infusión tienen propiedades sedantes, hipotensoras, hipoglucemiantes y vermífugas, además por su efecto calmante puede beberse en casos de tos seca.