“Situada en el corazón de la Isla Victoria, la Vivienda Anchorena se ha transformado en uno de los principales atractivos arquitectónicos que hoy alberga el Parque Nacional Nahuel Huapi.”
La identidad y la memoria colectiva que sobrevive en las viejas edificaciones de Bariloche se vienen perdiendo a un paso veloz, producto del olvido, la desidia y la falta de conciencia social en lo que respecta a su valor testimonial. Como una de las principales causas de este descuido se esgrime la falta de recursos económicos, pese a ello, algunas iniciativas han logrado generar conciencia y poner en valor parte de esta herencia cultural, constituida por el patrimonio construido por los primeros pobladores. Ejemplo de esto fue el rescate de la “Vivienda Anchorena”, una de las construcciones fundacionales del Nahuel Huapi perteneciente al Sr. Aaron Anchorena, destacada figura del ámbito social y económico a comienzos del siglo XX.
En el año 1902 Aarón Anchorena junto a Esteban Llavallol y Carlos Lamarca hicieron una excursión de tres meses por la Patagonia con el apoyo del Presidente Roca: “Costeamos por algún tiempo la isla (Victoria) –refiere Anchorena en sus escritos– hasta entrar en un puerto de precioso aspecto situado en la parte occidental, totalmente cubierto de impenetrable bosque de cipreses y hayas; pasamos en él varios días cazando cabras salvajes que las hay en abundancia. Los vecinos le dieron el nombre de Puerto Anchorena en recuerdo de nuestra estadía”. Y ese mismo año obtuvo la concesión de arrendamiento de la Isla Victoria por parte de la Dirección de Tierras y Colonias. En 1907, por Ley del Congreso Nº 5267, se le otorgó el usufructo de por vida, situación que se mantuvo hasta 1911, cuando Anchorena desistió de sus derechos.
Situada en el corazón de la Isla Victoria, la Vivienda Anchorena se ha transformado en uno de los principales atractivos arquitectónicos que hoy alberga el Parque Nacional Nahuel Huapi, hito fundacional del patrimonio construido en la región de los lagos forma parte del inventario de edificaciones de valor histórico, urbanístico y arquitectónico de Bariloche y es Patrimonio de Interés Histórico y Cultural de la Administración de Parques Nacionales donde se haya inventariada dentro del Registro Nacional de Recursos Culturales.
La historia del Parque Nacional Nahuel Huapi –donde se haya emplazada la vivienda– reconoce su origen en la donación de tres leguas cuadradas destinadas a la creación de un parque nacional, efectuada por Francisco Pascasio Moreno y elegidas entre aquellas que el Congreso Nacional le había otorgado a través de la ley 4194 como recompensa por sus servicios gratuitos prestados al país en calidad de Perito en Límites. Su carta de donación dirigida al ministro de Agricultura doctor Wenceslao Escalante testimonia las ideas de progreso y la dualidad permanente –entre conservación y desarrollo– que hubo y hay en torno al destino de este territorio: “Durante las excursiones que en aquellos años hice en el Sur, con los propósitos que más tarde motivaron dicho nombramiento, admiré lugares excepcionalmente hermosos y más de una vez anuncié la conveniencia de que la Nación conservara la propiedad de algunos para el mejor provecho de las generaciones presentes y de las venideras (…) tierras entonces ignoradas que nos eran disputadas pero que su conocimiento ha hecho argentinas para siempre. (…) Al hacer esta donación, emito el deseo de que la fisonomía actual del perímetro que abarca, no sea alterada y que no se hagan más obras que las que faciliten comodidades para la vida del visitante culto…”.
Esta donación fue aceptada por decreto del 1º de Febrero de 1904 firmado por Escalante y Roca y posteriormente, en 1907, el Poder Ejecutivo incorporó 43.000 hectáreas más que sumadas a la primitiva donación conformaron la extensión aproximada de 785.000 hectáreas que sirvieron de base para la creación en 1922 del Parque Nacional del Sur que mediante la ley 12.103 –conocida como “Ley de Parques Nacionales”– luego se denominaría Nahuel Huapi, siendo el primero de los Parques Nacionales de nuestro país. En la actualidad el Parque Nacional Nahuel Huapi abarca 750.000 hectáreas de las cuales 330.000 pertenecen a la Reserva Nacional. Tiene 155 kilómetros de largo, medidos en sentido norte–sur sobre la cordillera de los Andes en el límite argentino–chileno, y un ancho máximo de 75 kilómetros.
Fue precisamente la Administración de Parques Nacionales con la ayuda de un préstamo del BID la que decidió recuperar y poner en valor esta construcción histórica, la cual funcionó como administración, escuela de viveristas y sede provisoria de la primera escuela primaria. Lejos del deterioro y el estado de abandono en el que se vio sumida por largo tiempo hoy esta construcción presenta un aspecto completamente renovado, como tributo a sus mejores épocas pasadas. Quien la visite descubrirá que sus antecedentes se remontan a los comienzos de la ocupación efectiva de la Isla y a las actividades agro-ganaderas y forestales desarrolladas en la incipiente “Colonia de Nahuel Huapi”. Diversos relatos, fotografías y documentos que sobreviven al paso del tiempo, distribuidos en sus amplias habitaciones, reconstruyen la imagen que tanto la Vivienda como la Isla fueron adquiriendo como sitios estratégicos de inigualables recursos culturales, naturales y económicos.
Su arquitectura imponente oscila entre lo sencillo y lo lujoso, lo urbano y lo rural, lo puro y lo ecléctico, con el acento puesto en la distribución de los ambientes y los espacios pensados para el disfrute de una vida social en pleno contacto con el medio natural. Hábiles artesanos al servicio del Sr. Anchorena definieron el aspecto de las diversas obras y construcciones que configuraron el perfil inicial del asentamiento y los alrededores durante las primeras décadas del siglo pasado. En general se trataba de casas elementales de uno o dos pisos, de un estilo cercano al neoclasicismo, con poca ornamentación, que lentamente incorporaron elementos decorativos tallados a mano. Inspiradas en modelos populares del sur de chile, fueron adaptadas procurando una integración con el entorno inmediato y una dinámica funcional a las necesidades y costumbres de sus habitantes y huéspedes: espacios intermedios como porches, galerías vidriadas, y pequeños miradores, que expresaban conceptos en boga para el esparcimiento y la recreación. De techo a dos aguas a 45º –recubiertas originalmente con tejuelas de alerce– la vivienda presenta una interesante galería que recorre todo el perímetro de la planta (habituales en el tipo de construcciones adoptadas del vecino país), que logra integrar interior y exterior tanto en lo paisajístico como en lo social según lo requerían los hábitos de su época. De acuerdo a documentos y registros fotográficos se cree que su contratación fue gestionada de la mano del Ingeniero naval Otto Mühlenpfordt, entonces administrador de la isla, quien tomando como patrón el modelo arquitectónico de su vivienda particular ubicada en Puerto Bueno, Península San Pedro, solicitó la ejecución de una obra de iguales características para habitar con su familia durante los tiempos prolongados en los cuales el Sr. Anchorena se ausentaba.
Cabe aclarar que por aquellos años el pintoresquismo se impuso fuertemente en la colonia pastoril de Nahuel Huapi, como principal corriente “moderna” empleada en la arquitectura por la clase aristocrática. Sus características estéticas generales de aplicación rural tomadas de las construcciones domésticas de Europa Occidental fueron reproducidas y estaban fuertemente emparentadas con las colonias alemanas establecidas en las márgenes del Lago Llanquihue al sur de Chile, región donde se instalaron alrededor de 6000 alemanes entre los años 1850 y 1875. Principalmente agricultores y artesanos, pero también numerosos profesionales y comerciantes. Estos agricultores se establecieron preferentemente en el área del Lago Llanquihue mientras que aquellos de perfil empresarial optaron por núcleos urbanos consolidados, como Valdivia, La Unión y Osorno. Todos casi sin excepción, construyeron sus casas, talleres y fábricas siguiendo el estilo de su país natal. Los hábitos de su cultura y el paisaje similar al abandonado por los inmigrantes otorgaron exteriormente a las ciudades y a los campos sureños –incluyendo la “Colonia Agro-pastoril de Nahuel Huapi”– un aspecto de carácter europeo hasta entonces desconocido.
A pocos metros de la “Vivienda Anchorena” otra edificación recientemente restaurada y conocida como la casa marrón o biblioteca y sala de lectura del Sr. Anchorena, nos ayuda a entender cómo su dueño resolvía las necesidades con total espontaneidad, sencillez y elegancia., Esta obra que a diferencia de la anterior presenta una factura artesanal más depurada y austera fue construida en el primer decenio del siglo XX. Cuenta con recubrimiento de tejuelas de alerce en techo y paredes exteriores y una galería que oficia como recibidor para las visitas, con una majestuosa vista hacia el gran Lago y la Cordillera de los Andes. Complementariamente a estas edificaciones Anchorena mandó a construir un tambo, muelle, astillero y aserradero; armó un incipiente vivero de plantas decorativas, galpones y corrales que pobló con hacienda, introdujo especies frutales y animales exóticos y ensayó el sembrado de lúpulo para producir cerveza.
Todas estas prácticas en pos del ambicioso proyecto de conformar una estancia modelo que fomentara la industria turística en la región de los lagos. En sus inmediaciones es posible encontrar diversos árboles frutales como manzanos, cerezos y ciruelos, que testimonian los tiempos en que el autoconsumo fuera una práctica recurrente en la colonia, árboles centenarios que hoy conforman este paisaje cultural invalorable, al que se suma la recuperación de la “Vivienda Anchorena” y las diversas construcciones que la secundan, todas ellas realizadas con intención de convivir en armonía con el entorno, obras que hablan por sí solas del alcance que su valiosa puesta en valor tiene, para el patrimonio cultural y económico de nuestro Parque y para ser disfrutadas por la humanidad y las generaciones venideras.
Dejar un comentario