Recuerdos del Hotel Lago Espejo

En cuclillas Guillermo Meier junto a un trabajador del hotel - Col. Meier en Archivos del Sur

Conrado Meier refiere sus recuerdos del Hotel Lago Espejo que fuera propiedad de su familia y uno de los primeros en prestar servicios turísticos en la zona norte del Parque Nacional Nahuel Huapi. Por Gerardo Ghioldi – Archivos del Sur / Biblioteca Popular Osvaldo Bayer

En esta segunda entrega Conrad Meier ahonda en la historia del Hotel Lago Espejo, construido en el lejano paraje del mismo nombre en 1938, cuando Parques Nacionales diseñó la construcción de una serie de hoteles y hosterías.

¿Cómo era la personalidad de don Guillermo?

Don Guillermo era un bohemio, no era comerciante, era un gran herrero, pero no le interesaba atender a los turistas, la abuela era la locomotora de la familia. Él tenía su taller y su caballo que se llamaba “Carretilla”. Yo aprendí a andar, cuando era chico, con ese caballo. El abuelo era bárbaro, nos llevaba en bote a remo a las playitas del Espejo, tenía su armónica, tocaba unas canciones folclóricas de los alemanes y siempre se llevaba a escondidas un litro de vino y un sándwich, a escondidas de la abuela que no quería que tome. Tenía una escopeta y nos gustaba el ruido de los tiros, él decía que había que matar solo por necesidad, para comer, para defenderte. A veces le tiraba a la luna y nosotros decíamos ¡qué mala puntería tiene! ¡Nunca le pega! Él fue muy buena persona. Nunca quiso volver a Alemania, podrían haber vuelto, pero no quisieron, su país era acá. Cuando pensaba en Europa le venían recuerdos feos de la 1° guerra y de la revolución que hubo después en Alemania, en la que estuvieron los nazis y los comunistas y fue un lio total que duró varios años.

¿Cómo era el Hotel?

Ellos empezaron llevando la clientela que tenían en la pensión Correntoso a la que venía el cónsul de Inglaterra y venían muchos extranjeros: suizos, alemanes, ingleses. Tengo el libraco de registro de pasajeros. Era gente importante, como por ejemplo el embajador de Rumania. En aquellos años ya habían empezado con el sky en el cerro Dormilón, que está frente al Correntoso y según el esquiador profesional Hans Nöbl era el mejor cerro del Parque Nahuel Huapi para el sky. Pero había un problema, era muy lejos, no había caminos y había que cruzar en lancha para llegar. De todos modos, Nöbl hizo un refugio, una subsede del Club Andino Bariloche, pero no funcionó. Él había sido contratado por Parques para elegir el lugar donde hacer un centro de sky, entonces después empezó con el complejo invernal en el cerro Catedral en Bariloche. Y en los ´70 empezó Jean Pierre con el Bayo, pero eso es otra historia.

La pesca era famosa en esa época, se pescaba con redes, no estaba prohibido. Ponían una red en el rio Correntoso y salían unos bicharracos enormes. Las truchas no son de acá, las trajeron de EEUU y creo que la trucha marrón venia de Europa. De acá es la perca que es la trucha criolla y que en los lagos salen algunas, es una especie de bagre, bicho feo con bigotes, también está el puye que es como un pejerrey.

El Hotel Lago Espejo fue después del Hotel Correntoso, un paraíso para esta gente que en la época de la guerra solían estar un mes, no podían viajar a Europa y se venían para acá, donde la naturaleza era muy parecida a los Alpes.

¿Cuántas habitaciones tenía el hotel?

12 el hotel más 8 habitaciones el anexo y 4 más el anexo de la playa, 24 habitaciones en total. En esa época no era tan terrible la exigencia del baño privado, entonces había unas cuantas habitaciones con baño compartido, dos habitaciones y un baño con bañeras que hoy no se usan, bañeras de hierro con patas de león. El turismo era bastante exigente, ya se creían dueños del hotel, exigían tal y tal habitación, iban a la cocina a ver que se comía a la noche, eran un poco densos.

¿Cómo hicieron el hotel?

Ellos lo hicieron de la nada. Contaba don Carlos Colletti que cuando vino Primo Capraro había tres o cuatro familias aborígenes en esa playa y parece que hubo un gran incendio, porque te metés en el bosque y hay troncos muy antiguos quemados, toda esa pampa estaba abierta y se supone que antes era bosque. Es más, en la época que se pusieron de moda los pinos que venían del vivero de Isla Victoria allí se sembraron muchos y en un lugar donde estaban haciendo un pozo para poner un pino encontraron una vasija de arcilla. Era gente pobladora bastante antigua de la que no hay registro de nada. Por ejemplo, vos tenés pinturas rupestres en Isla Victoria, en Espejo también hay algunas en un cerrito y en Traful también hay pinturas rupestres, pero son muy antiguas, no se sabe con qué pinturas pintaba esta gente, la lluvia no las lava, algo hay, algo hubo.

¿Cómo se llevaron las piedras y la madera del Hotel?

Ellos pusieron un aserradero, Parques te daba la madera, se traía en jangadas por el lago y ellos hicieron dos lanchas de madera. El que sabía de eso era el señor Otto Mühlenmpfordt. Era otro alemán constructor de embarcaciones. Compraron dos motores suecos, lo mejor que había en plaza. Eran motores que podían funcionar incluso bajo el agua, estoy hablando de los años ´30 y eran clásicos en los botes salvavidas de los grandes barcos que venían de Europa. Con esos motores funcionaban, había una tecnología adecuada a la época, incluso en el correo de la Villa había (creo que está en el museo) una central telefónica manual conectada por cables con lago Espejo, Inalco, Arauco, el Hotel Correntoso y Cumelén, creo que tenía siete líneas la centralita y de alguna forma, con ruido estático o demoras, se podía hablar a Buenos Aires.

¿Quién fue el arquitecto que hizo el hotel?

Cuando Parques hizo el desarrollo de infraestructura hicieron cuatrocientos kilómetros de caminos en el Nahuel Huapi y hubo varias empresas contratadas. A la que le tocó este tramo y el de Traful fue Petersen, Thile y Cruz.  Cuando hicieron el tramo del Espejo el ingeniero Petersen, que era el principal de la empresa, alojaba en el Hotel Correntoso y le ofrecieron la construcción, Parques lo aprobó y lo construyó esa empresa. Las piedras que hoy quedan en las chimeneas y en los zócalos las picaron los croatas de Bariloche que hicieron el Centro Cívico y todas las maravillas de piedra. Eran de oficio, lo aprendían de generación en generación.

¿Quiénes eran los trabajadores más emblemáticos del Hotel?

Los clásicos eran los Cárdenas, que eran chilenos y mapuche, tengo fotos de ellos, vivían en Ultima Esperanza donde todavía está la población de la viejita doña Luisa Queulo Cárdenas. Ese ciruelo lo plantó la viejita. Donde iba a vivir plantaba un árbol, era como un rito. Los hijos eran medios alcohólicos, la viejita pasaba hambre y mi abuela me mandaba los domingos. Yo iba a caballo a llevarles cosas, comida, me acuerdo de la viejita, nunca dejaba de darte algo, aunque sea una torta frita para agradecer. Tejía, hacía unos tejidos maravillosos con el telar mapuche, tejía de noche a la luz del fogón, no se veía nada y no se equivocaba, charlaba con vos y seguía tejiendo.

Después estaban los Colletti que eran población y que los había traído Primo Capraro. Los hijos eran catorce, me acuerdo de las marcaciones y las señaladas en el campo, eso también se perdió un poco, en esa época se ponían de acuerdo y en primavera cada poblador hacía marcaciones y señalada de hacienda un fin de semana distinto, era todo un acontecimiento con asado, con torta, con carreras de caballos y doma de novillos, todas esas cosas de campo que prácticamente no quedan. Por un lado, estaba el turismo y por otro la vida de los pobladores, la vida rural.

¿Te acordás de anécdotas?

Una media trágica, no sé qué paso, pero en el año 50 se quemó entero el valle del Cuerno, que está al fondo del Espejo. Decían que por el asado que hizo para año nuevo el dueño de Ruca Malen, pero no se sabe bien, ardió todo el mes de enero, venían las cuadrillas de Parques y no podían apagarlo. El año anterior, en el 49, se había secado la caña coligue, que cada muchos años florece y se seca en un proceso natural, entonces estaba el gran riesgo de incendios por la caña seca y había invasión de ratas, había de todos los tamaños y como el grano de la caña le da sed a las ratas se iban al lago y muchas de ahogaban, me acuerdo la playa del Espejo, te daba un poco de asco, estaba llena de ratas muertas, mi abuelo con los peones que trabajaban en el hotel juntaban de a montones y las quemaban con kerosén, también me acuerdo haber visto comer ratas a los chanchos que andaban sueltos y a otros en los corrales, imágenes feas, pero así es la naturaleza.

¿Cuando llegó el primer camión al Espejo?

Fue un Ford modelo 39 de mi padre. Tardó dos días en venir, en esa época era normal alojar en Santa María, en el brazo Huemul, dormir ahí y seguir al otro día. Se pasaba la estancia de Jones por adentro, era todo mallín eso. Los turistas llegaban en tren desde Buenos Aires, el tren tardaba dos días, tenía coches dormitorio y un restaurant, un lujo, me acuerdo que comentaban que en esa época tenías que ir de corbata al coche comedor sino no quedaba bien.

Para mí el Espejo tiene la playa más linda del Nahuel Huapi. El agua es calentita por una razón que me explicaron: es un lago grande, el tercero en tamaño en la zona después del Nahuel Huapi y el Traful, pero los ríos que desaguan en él están al norte del lago y el viento sopla del noroeste, entonces el sol calienta las capas superficiales del agua y así el agua caliente se viene hasta la playa del hotel, muchísima playa. Los turistas se bañaban, había pesca y mucho montañismo, sobre todo al cerro Campana que está al fondo, al cerro La Mona que está en Ruca Malen y al Dormilón por supuesto, esto daba trabajo a la gente, los Matus guiaban a los turistas y en Belvedere también. Los suizos eran muy de montaña, había botes a vela y remo, también natación, muchas cabalgatas, los Colletti tenían caballos y alquilaban, en una época hasta había una cancha de tenis con polvo de ladrillo y dos mesas de ping pong. En el Hotel Lago Espejo había una biblioteca interesante y también música. En fin, no había TV ni internet, pero las familias se las rebuscaban de alguna forma y estaban un mes más o menos, no era como ahora: yo estuve en un montón de lados y no conocí nada.