Verdes saludables

A la hora de ganar salud el verano en un tiempo ideal para redoblar las apuestas: aumentar la ingesta de vegetales, sobre todo crudos y verdes, nos genera bienestar y energía.

Aumentar la ingesta de vegetales, sobre todo crudos y verdes, nos genera bienestar y energía. Estos aportan un 90 % de agua que, junto a sales minerales, pigmentos y vitaminas, nos hidratan, limpian, fortifican y revitalizan. La palabra «vitamina» proviene del vocablo latino vita que significa vida, por eso ellas nos dan vitalidad. Por su parte la clorofila nos provee de inmensos beneficios, destacándose sus propiedades anticancerígenas, antioxidantes, depuradoras, energizantes y equilibradoras de las defensas. Es la clorofila la sustancia que le permite a las plantas absorber la luz solar y transformarla en energía utilizable, proceso que conocemos como fotosíntesis, gracias al cual se mantiene la vida en nuestro planeta. Y esto no es todo: los organismos fotosintéticos eliminan oxígeno al ambiente, del cual también dependen la mayoría de los seres vivos que habitan nuestra madre Tierra.

Todas las plantas verdes tienen clorofila y un dato muy interesante de conocer es que la composición química de la misma es similar a la composición de la sangre humana, salvo que el átomo central de la clorofila es magnesio, mientras que el de la sangre es hierro. Existen diversas formas de consumir la clorofila, la más simple y natural es consumir vegetales verdes crudos, cuanto más verde sea el vegetal mayor concentración de clorofila tendrá. Algunos de los que aportan mayores cantidades de clorofila son: espinaca, lechuga, acelga, berro, kale, rúcula, perejil y cilantro, entre otras. Y entre las «buenezas» silvestres se destacan la ortiga, la lechuga del minero, el diente de león, el llantén y la alfalfa.

Es la lechuga una de las verduras crudas más consumidas.  Las lechugas son nativas de las regiones templadas de Europa, Asia y América del Norte. Esta planta fue domesticada por los egipcios hacia el 4500 a.C. y se cultiva desde la antigüedad griega. Fue traída a América en los años 1600 por los europeos y en la actualidad es cultivada en todo el mundo. Nos aporta muy pocas calorías y un alto porcentaje de agua (90-95%), vitaminas del grupo B, abundante provitamina A o beta-caroteno, vitamina C y E. Debido a la elevada concentración de carotenoides la lechuga actúa como antioxidante previniendo el envejecimiento celular y protegiendo el organismo frente a los radicales libres y la aparición de cáncer, a la vez que aumenta la eficiencia del sistema inmunitario y reduce las probabilidades de ataques cardíacos. Además los carotenos son también requeridos por nuestro organismo para la formación de la vitamina A.

La lechuga posee altísima concentración de minerales como potasio, magnesio, hierro, zinc y yodo. Las hojas externas, de color más oscuro y más abundantes en la maravillosa clorofila, son más nutritivas que las blanquecinas del interior. Esta planta tan popular como saludable contiene biosustancias que nos ayudan a tranquilizarnos, calmar toses irritativas y dormir mejor. Para las personas que padecen insomnio se recomienda comer ensalada de lechuga por las noches o beber su infusión, en lo posible utilizando en todos los casos lechuga de cultivo orgánico. La infusión o té, en forma de lavados, también nos alivia ojos irritados y calma el ardor en quemaduras de la piel, siendo muy útil mojar una gasa con dicho té y aplicarlo como cataplasma en la piel afectada.

En lugares sombríos, abajo de pinos, cipreses y radales, crece formando un tapiz verde brillante la “lechuga de minero». Esta pequeña planta llega a medir hasta 30 cm. Las hojas, a medida que crece la planta, van envolviendo el tallo, hasta hacerse circulares y en el extremo aparezcan las flores, pequeñas y blancas en grupo de 5 a 15. Es anual, es decir que vive desde que germina hasta que fructifica. Su nombre científico es Claytonia o Montia perfoliata y es oriunda de América del norte, siendo su consumo muy popular en California, adonde se vende en los mercados. Se cree que el nombre de “lechuga de minero” le ha sido dado porque la consumían los mineros durante la “fiebre del oro” en California, ayudándoles a prevenir el escorbuto, enfermedad que sobreviene por la falta de vitamina C. En la lechuga del minero abundan la vitamina C y varios minerales, destacándose entre ellos el magnesio, hierro y calcio. Su sabor es similar al de la espinaca, jugosa y de textura crujiente. Para que no pierda sus maravillosas bondades es aconsejable comerla cruda. Es importante, al recolectarla, no arrancarla de raíz, para que pueda volver a crecer y así tendremos alimento saludable hasta el verano tardío y… ¡no te la comas toda! Dejala semillar para que la veamos «primaverdear» el año próximo.

En nuestras ensaladas de primavera-verano no debe faltar el apio. Originario del Mediterráneo y Asia su nombre científico es Apium graveolens, su nombre deriva posiblemente del céltico apon que significa agua (ya que crece en lugares encharcados) mientras que el término graveolens, hace referencia a su fuerte aroma. Utilizado desde tiempos antiguos por griegos, romanos y egipcios como calmante de dolores y sedante, en la actualidad se han estudiado sus componentes y se revalidan científicamente dichas propiedades. Se llaman ftalidas a sustancias presentes en la planta de apio que ejercen efecto neutralizante de las hormonas del stress y aunque Hipócrates –médico griego, considerado el padre de la medicina occidental, que nació en el 460 a.C.– no conocía dichos componentes, aconsejaba el jugo de apio para las personas que padecían tensión nerviosa.

El apio es excelente para tratar la hipertensión arterial, además mejora la circulación y disminuye el exceso de colesterol. Por su poder alcalinizante, remineralizante y calmante alivia estados de gota y artritis. Es excelente depurador renal, ayudando a eliminar arenillas de la vía urinaria. Por su alto contenido de agua y fibra, es indicado para mantener nuestros intestinos limpios y mejorar el estreñimiento. Además estimula un mejor funcionamiento hepático, promoviendo una mejor digestión y aliviando gastritis. Su consumo es muy importante para mantener sano el sistema óseo, los médicos antiguos así lo recomendaban ya que los tallos del apio les recordaban la forma de ciertos huesos de nuestro cuerpo. Además podemos machacar una hojita fresca de apio y frotar suavemente la piel para aliviar picaduras de insectos.

Alimentémonos con ensaladas en este tiempo de abundancia de los verdes en la Naturaleza, sanémonos sencillito y gustoso, ¡feliz reverdecer!